Don José Escandón y Helguera, escogió nuestro suelo para su morada, y desde aquí, este brillante militar, partió para diferentes rumbos para realizar lo que fue su principal empeño: la pacificación del territorio, para lo cual se le nombró por el Virrey; teniente de milicias de la jurisdicción, esto en el año de 1727, desempeñándose en esta encomienda durante más de cuarenta años en los que obtuvo el nombramiento por el Virrey de Casafuerte de “Capitán General de Sierra Gorda Misiones, Presidios y Fronteras” para conjuntamente con los sacerdotes fernandinos, lograr “reducir” y pacificar a los grupos de indígenas rebeldes, que se habían resistido durante mas de 150 años, significando una seria amenaza para los intereses del virreinato.
Durante los veinte años que don José de Escandón y Helguera permaneció con sus hombres en la Sierra Gorda, fundó poblaciones y presidios, como el de Peñamiller, situado en un lugar estratégico, para sus propósitos militares, además de varios ranchos, esto en el tiempo en que arribó por esos lugares el misionero Fray Junípero Serra, con el que trabajó en el tiempo en que fundó las misiones, antes de partir a las Californias en su infatigable caminar, que el propio Escandón relata en sus escritos, cuando ya se le había conferido el titulo nobiliario de “Conde de Sierra Gorda” por sus méritos castrenses y por sus triunfos sobre los indios de Celaya e Irapuato, que amenazaban con crear tres pueblos sin autorización. Y también, ya había acontecido el episodio que dio origen a la leyenda del “Cerro de la Media Luna”, en la que se decía; que los indígenas habían preferido morir arrojándose al vacio, antes que ser hechos prisioneros, y que Rubén Páramo (Cronista de Pinal de Amoles), desmiente, al tener los documentos que demuestran, como no existió batalla alguna y sí en cambio, fue una traición a los indios, ya bautizados, que sumisos acudieron a una festividad religiosa, en donde fueron sorprendidos y sometidos, para ser traídos a Querétaro como esclavos, dejando a las niñas con las monjas y a los niños con los sacerdotes.
Fuera del episodio de la traición a los indígenas, y del exterminio “necesario” de algunos grupos para lograr la pacificación, don José de Escandón y Helguera, primer Conde de Sierra Gorda, intervino en muchas acciones positivas, en lugares tan lejanos, como las costas del Golfo de México, en donde fueron incontables los pueblos que fundó, además de luchan contra los apaches del Norte y viendo las bondades de las fértiles tierras y la abundancia de recursos en ese lugar, invitó a numerosas familias queretanas, para fundar “La Nueva Santander”, hoy Tamaulipas y como hombre rico y poderoso, mucho de lo que realizó, lo cubrió con sus propios recursos, dejando al momento de su muerte, en el año de 1770, ya como Coronel un gran prestigio y un cúmulo de acciones positivas que enaltecían su distinguido linaje, y también dejó un carruaje.
Durante sus constantes viajes; algunos hasta su recién fundada “Nueva Santander” otros; los más, a la Sierra Gorda, el Coronel José de Escandón y Helguera, utilizó como trasporte, un carruaje sólido y bien construido, elegante y cómodo, que le hacia viajar con seguridad y aunque elegante, no podía considerarse como “una carrosa” porque el lujo de estas no se llevaba con el pesado trabajo, al transitar en lugares en que los caminos eran muy primitivos, o de plano no existían. Se trataba de un carruaje con una cabina amplia, para cuatro pasajeros, sobre grandes ruedas de aros metálicos, con rayos de madera, carrosa pintada de negro y en ambos costados su escudo heráldico del color del oro y sus farolas de aceite, vehículo que al morir su dueño, durante varios años permaneció en el presidio de Peñamiller arrumbado, hasta que fue rescatado por un cura que lo traslado a Cadereyta, en donde se utilizó por un para trasportar al “Santísimo” para después de un tiempo correr la misma suerte del abandono anterior, llegando a tener muchos “triques” y telarañas en su interior y algunas macetas como “adorno”.
Los años pasaron y fue rescatado con el apoyo del señor Gobernador Agapito Pozo Balbás, para ser trasladado al Museo de Querétaro en el ex convento de San Francisco, en donde permaneció a un lado de la escalera durante varios lustros, hasta que en los años que mediaron entre las décadas de los 50’s con los 60’s y gobernando el estado don Juan Crisóstomo Gorráez, le fue solicitado “en préstamo” por el Gobernador de Tamaulipas, “nuestros hermanos” por su origen queretano, para que el carruaje les fuese facilitado para ser exhibido como la pieza central de una exposición con motivo de la fundación con la que se conmemoraría ese hecho tan significativo para el estado; para después ser devuelto a su lugar de resguardo en el museo.
Quienes se pudieron dar cuenta de la partida del histórico carruaje en el año de 1959, lo vieron sobre un camión extraño y tuvieron diferentes pensamientos muy alejados de la realidad; unos dijeron, “que se lo estaban llevando para restaurarlo” otros decían; “que con seguridad lo habían vendido para adornar el jardín de un rancho de conocido político” y hasta se especulaba de quien era la propiedad en que estaría, pero lo que no sabían, era lo que históricamente representaba ese carruaje, y quien había sido su importante propietario. Y tuvieron que pasar algunos años, y, como suele suceder, con el cambio de gobierno, salió a relucir todo lo que se guardaba en secreto del anterior gobierno, para que se conociera que el Gobernador Gorráez “de muy buena fe” ,para no calificarlo de otra manera más acorde con lo que pensamos, lo había “prestado” al gobierno de Tamaulipas, cuyos representantes; después de muchos pretextos, ante el nuevo Gobernador de Querétaro, que inútilmente trató de rescatarlo, el Ing. Manuel González Cosío, y tener que recibir como respuesta “que ya no nos lo devolverían, porque para ellos representaba parte fundamental de su historia, y que el carruaje era lo único de valor que los vinculaba con sus orígenes”.
Escribo esto con respeto para nuestros hermanos tamaulipecos, o Nueva “Santanderences” (y si lo escribí mal, es que esto muy enojado) queretanos por su innegable origen, aunque no lo recuerden ya, pero; ¡REGRESER EL CARRUAJE