Las reliquias materiales, que por razón natural tardaban más en degradarse, eran los huesos, para hacer de ellas un objeto de fe y a través de las mismas, pedir la intervención de la divinidad para lograr milagros, de quienes convertidos en espíritus, tenían la cercanía y podían ser invocados para solicitarles gracias sobrenaturales.
Conocido es; que las astillas de los huesos de beatos y santos fueron utilizadas para distribuirlas entre reyes y clérigos, para mantener un contacto sagrado que privilegiaba para lograr favores divinos y la salvación del alma, lo que en señalada y cuestionada etapa de nuestra historia, propició la comercialización de huesos de santos, vendidos como reliquias benditas.
Por la influencia de esas costumbres, la veneración y el respeto a lo que como último vestigio de la existencia del humano queda; los huesos, se adoptó la costumbre de rendir homenaje a través de ellos, a los seres que por diferentes motivos se han ganado ese merecimiento que ha trascendido de lo puramente religiosos a lo pagano.
Pero; a través de la historia, es vergonzoso y hasta risible, lo que en ese propósito de rendir culto a los huesos, se ha tenido que hacer para lograr justificar el rescata la presencia de nuestros héroes a través de osamentas muchas veces “prestadas”.
El vocero del INHA, hace escasos dos días, aventura una declaración muy acorde con el “patriotismo” en el que se escudan muchas acciones no muy claras, “¡fueron identificados los restos de José María Morelos y Pavón!”, esto; muy a la ligera por la gran carga histórica en contrario, que lo puede poner en evidencia.
Los huesos, sus astillas y hasta sus polvos, fueron objeto de fe y hasta hacían milagros y en México se realizó “un milagro” cuando hace dos años fueron retirados de la Columna de la Independencia, los restos de los héroes, de donde salieron trece y regresaron catorce, y “aparecieron” los de Morelos; a pesar de que existen testimonios, de que su hijo Juan Nepomuceno Almonte, durante el final del imperio de Maximiliano, se los llevó con él a Francia y los depositó en la cripta familiar, junto con importantes documentos, jurando de que “los restos de su padre, nunca volverían a México”.
De los huesos, no creo nada; porque hasta los del Emperador Cuauhtémoc, supuestamente localizados en Ixcateopan, Gro., por Doña Eulalia Guzmán y de los que una vez realizados los estudios, por una comisión de connotados científicos, que fueron encargados de su autentificación, al entregar los resultados al Presidente Luis Echeverría, el dictamen en que se decía “que el Emperador Cuauhtémoc; tenía dos cráneos, tres fémur, pelvis de mujer y huesos de cerdo; el Presidente tajante dijo “que para él eran los huesos de Cuauhtémoc”.
El mismo día de la noticia, se mencionó; que quedaba descartado, que entre los restos de los héroes, se encontraran los de Mariano Matamoros, lo que estaba ya puesto en evidencia desde 1912, por el culto científico, Don Jesús Galindo y Villa, que escribió “sobre los supuestos huesos de Mariano Matamoros, rescatados del altar de los Reyes de la Catedral Metropolitana y que se demostró que eran de Mujer, por su pequeña talla y la conformación de la pelvis, además por las suelas de los zapatos femeninos, que se conservaban con la osamenta”. Que se sepa; Matamoros no tenía esas costumbres
Para conocimiento de los queretanos, existen argumentos muy sólidos para negar que los supuestos restos del Corregidor Domínguez, que se suponen estén en el Mausoleo de la Corregidora, son en realidad los de su hijo el Lic. Mariano Domínguez Ortiz que fueron los exhumados del “Panteón del Pósito” y los del Corregidor; se sepultó en la Iglesia de Guadalupe treinta y cinco años antes de que estuviera funcionando el Panteón del Pocito.
De los restos que se dice son los de el mensajero Ignacio Pérez, que fueron recuperados del osario de la iglesia de Santa Ana, se conoció el procedimiento empleado para escogerlos de donde estaban apilados muchos otros, los que tenían mejor estado de conservación.
Esta plenamente documentado, el tratamiento que se les dieron a los huesos de los héroes de la Independencia, cuando fueron objeto de un nuevo acomodo previamente al ser retirados del altar de los Reyes de la Catedral Metropolitana y que fueron remojados en agua con cal, para luego ser asoleados en el atrio, en un proceso de “blanqueamiento”, que por lo agresivo y por el sol, también los degradó, al grado de perderse en trozos gran parte de los cráneos.
Hay tanto que decir de los huesos patrios, que el espacio resulta poco para contar “los milagros”, las sustituciones y los trasplantes con otras especies, que de lo único que estoy seguro es que de los huesos que traigo puestos a lo mejor si son los míos.