Siendo  México  una  tierra  de conquista, cuando se le conocía como la Nueva España, su territorio se controlaba militarmente, para lo que se edificaron guarniciones militares, las que se conocían como “fuertes o presidios”, en donde se apostaban soldados para control y sometimiento de los rebeldes indios que atacaban poblaciones y mataban inmisericordemente, así como para evitar el contrabando y aplicar el cumplimiento del cobro de impuestos, como “el quinto real” la quinta parte del valor como tributo para el rey.

En lugares estratégicos, se edificaron fortines, construcciones que guarecieran a las milicias y estas sirvieron de control para frenar a los sublevados, como fue el caso de los indómitos chichimecos, que, durante más de cuarenta años, se mantuvieron en pie de lucha, en lo que hoy se conoce como Chichimequillas, y en una etapa denominada como: “la Guerra Chichimeca”, que duró hasta que fueron desplazados de sus habituales territorios y reducidos en muy lejanas tierras.

Estos puestos militares, daban seguridad a los viajeros y a los hacendados, que por los peligrosos caminos trasportaban mercancías, ganado y productos del campo, pero principalmente los valiosos cargamentos de minerales, –principalmente la plata–, que procedente de los reales de minas de Zacatecas, San Luis Potosí y Guanajuato, cruzaban por nuestro territorio en la ruta del Camino Real, con rumbo a la capital del virreinato.

¡Tanta plata viajó por ese Camino Real! Que se le conoció como el Camino de la Plata y que, como vena de este codiciado mineral, durante más de un siglo, vio pasar miles de arrobas, que hicieron rica a España y cambiaron la economía en Europa, circulando la moneda mexicana hasta en el lejano oriente, en donde a las mismas monedas les marcaban un sello para validarlas, evitándose la acuñación de nuevas monedas, práctica que se realizó por muchas décadas durante las que los pesos de plata circularon en oriente una vez que eran “quintadas” al marcarlas con un sello grabado.

En este lugar antes mencionado, se erigió un fortín que servía de asiento a una guarnición militar en el siglo XVI. Uno de los puestos militares más antiguos de por estos rumbos y estratégicamente situado en una zona de conflicto, por ser en los límites del territorio conocido como: “La gran chi- chimeca”, que al igual que otros fortines – como los de Peñamillera, Jalpan y las Garitas de México y Celaya– cumplían con una doble función –la militar, y el control de mercancías– para el cobro del “quinto real”, la quinta parte para el rey, el tributo a la Corona Española y de esta manera evitar el contrabando.

Por las crónicas se conoce, que este fortín ocupado por una guarnición militar, en sus inicios fue una construcción muy rústica de piedra y adobe, y que con los años y estando en un punto clave, se fue trasformando para darle mayor seguridad a sus ocupantes, hasta finales del Siglo XVI. Con la llegada de los frailes Carmelitas Descalzos, que hicieron su arribo a mediados del siglo XVII, fecha en que se inicia su trasformación, agregándole nuevas construcciones para darle cabida a los monjes y a los viajeros, que, siguiendo la costumbre de esos tiempos, se refugiaban junto con sus animales, para pasar la noche y seguir el viaje al día siguiente. En estos años se agrega la construcción cercana conocida como el “molino”, que cumplía su función al procesar principalmente los granos del trigo cosechado, construcción que se conserva hasta la fecha.

Los lugares conocidos como mesones, conservaron la costumbre medieval de alojar a las bestias en los corrales, y a los dueños en lugares muy cercanos a ellas, para cuidarlas, y durmiendo sobre los pastos o rastrojos que alimentaban a sus cuadrúpedos. Aquí en estos sitios se podía remudar o encargar las bestias. Y pasaron años para que se lograra separar y dar mayor comodidad a los viajeros, destinando corrales para los animales y pequeños cuartos para los viajeros, en los que se conoció ya como: “Las Posadas y los Mesones”. Esta importante construcción de Chichimequillas, cumplió varias funciones después de ser una guarnición militar. Fue trasformado en mesón, y los Carmelitas descalzos, lo utilizan como lugar de catequesis y capacitación para los indígenas redimidos y bautizados, tratando de hacer de ellos unos hombres productivos, al enseñarles diferentes oficios para hacerlos valerse por si mismos, tanto en el trabajo de la tierra, así como en algunos oficios simples de carpintería, albañilería y la talla de la piedra.

Durante más de doscientos años, el viejo mesón pasó por varios dueños, los que, para fortuna del lugar, pocos cambios le realizaron, y respetaron su construcción original. Su bello portal de la entrada, su capilla de rara cúpula octagonal, el amplio patio con su fuente y su barda perimetral con sus torreones de vigilan- cia. Por lo que al tomar la iniciativa del rescate como patrimonio cultural de la humanidad del Camino Real de Tierra Adentro, conocido también como el Camino de la Plata, el distinguido queretano don Manuel Suárez Muñoz, encontró en el Mesón uno de los puntos emblemáticos, que con- juntamente con la calle real de San Juan del Rio, el Puente de la Historia y muchos otros sitios que aún se conservan, en el trayecto que parte de la ciudad de México a los Estados de México, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas, Du- rango, Chihuahua y Santa Fe Nuevo México. Con un total de dos mil novecientos kilómetros, del Camino Real más importante y transitado del nuevo mundo, para después de reunir los elementos físicos, históricos, documentales, técnicos y el acuerdo unánime de varios estados, en un proyecto binacional — México-Estados Unidos – poder lograr, que, en el mes de agosto del 2010, en la ciudad de Brasilia, Brasil, La UNESCO lo declarase como patrimonio cultural de la humanidad. Esto, para orgullo de Querétaro y para grandeza de nuestra rica historia.

Con el paso de los años, su recia construcción le ha permitido soportar sin deterioro el correr del tiempo, y para nuestra fortuna, sus propietarios en sus diferentes épocas, y hasta la fecha, han logrado mantenerlo en sus condiciones originales, en donde se pueden apreciar las diferentes etapas de construcción y sin demeritar en nada su belleza original, haciendo de esta finca algo muy digno, que los quinientos años de su evolución no se hacen aparentes, y muy merecido tiene, el ser ya patrimonio de la humanidad y parte fundamental del Camino Real de la Plata.

Por Jaime Zuñiga Burgos

Queretano por nacimiento, Jaime Zúñiga Burgos cuenta con una muy amplia trayectoria en actividades políticas, sociales y culturales. Su formación de médico cirujano y licenciado en derecho, así como sus estudios de maestro en administración pública lo enfocan al humanismo. Lo mismo ha recuperado valiosas piezas arqueológicas que ha rescatado, importante documentos para la historia de México como el testamento original de Doña Josefa Vergara y Hernández, el decreto del presidente Benito Juárez para el cambio del sistema de medidas en la Republica, las mercedes de aguas del pueblo de Querétaro entre otros. Además de la ubicación de los restos del Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana en la iglesia de San Hipólito en la capital de la Republica. Preocupado por la pérdida de documentos de Querétaro junto con otros distinguidos académicos, fundó Preserva Patrimonio A.C. organismo creado para el rescate de nuestro patrimonio histórico. Actual Cronista del estado de Querétaro

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