La conquista de México fue un proceso gradual en el que se fueron ocupando amplias extensiones de terreno por los españoles y sus aliados, proceso que inicia el propio Hernán Cortés para la construcción de sus palacios y haciendas. Lo inició con su casa en Coyoacán y con su castillo de Cuernavaca, y llegó hasta nuestro territorio queretano, el que no estuvo ajeno a la apropiación de inmensas áreas para dar origen a las primeras haciendas, a las que se conocería después como Hacienda de la Llave y la de Galindo, y que resultan dos muy claros ejemplos de ello por la bastedad de sus tierras.
Se dice que Hernán Cortés, regaló a Doña Marina “La Malinche” estas dos propiedades mencionadas, poniéndolas a nombre de Juan Jaramillo, uno de sus soldados de confianza, para evitar conflictos con la corona española, que imponía sus condiciones para mantener el control en sus nuevos dominios, y toda partición o asignación de tierras sería con autorización real, limitando a soldados y clérigos de apropiaciones indebidas. Lo anterior no se cumplió y muchos clérigos dispusieron de terrenos con diferentes motivos para tener haciendas en diferentes rumbos, utilizando pretextos evangelizadores y de orientación para el trabajo de los indígenas. Para el padrón de 1791 se registraron ya 71 haciendas en Querétaro.
Con el paso de los años estas dos grandes haciendas, -La Llave y Galindo- junto con la de Jurica, propiedad de la familia de Don Fernando de Tapia, y la que se extendía hasta los hoy estados de Coahuila y Texas, y que se fueron subdividiendo dando origen a otras haciendas y a sus labores, que por inmensas resultaban de muy difícil manejo. La gran Hacienda de Jurica -un gran latifundio- era considerada un “Mayorazgo”, y sus ganados del norte, eran trasladados anualmente a lo que se conocía como la Mesta, -hoy transformado en un gran fraccionamiento residencial- para alimentarlos con los esquilmos de las cosechas.
Desde el Valle de San Juan del Río y con rumbo al pueblo de Querétaro, comenzaron a conocerse haciendas, que aunque de una menor extensión, continuaban ocupando muy amplio territorio, y que eran mayores a muchas de las provincias españolas, y así se fueron conociendo – además de La Llave y Galindo- Haciendas como “La Griega”, “El Lobo”, “Chichimequillas”, “Amazcala” que inicialmente algunas fueron propiedad de clérigos, -como los carmelitas descalzos- y posteriormente heredadas por ricas familias, las que procuraban casar a sus hijos entre ellos, para que las propiedades estuviesen seguras y no saliesen de su dominio y patrimonio.
Familias como los Iturbe, Gómez de Tagle, Fagoaga, Samaniego, Mota, el propio presidente de México Mariano Arista, Fernández de Jáuregui, Rivas, Loyola, Septién, Frías y Soto, Villaseñor y muchos otros, pero todos de familias ampliamente conocidas, que tuvieron en propiedad las haciendas durante centurias, siendo el movimiento armado de la independencia, y más marcado durante la revolución y el reparto agrario, los que logran romper el tradicional esquema de propiedad.
La subdivisión de las tierras multiplicó las nuevas haciendas, y así surgen nuevos nombres como Jesús María, El Rosario, El Coime, -por alusión al que pagaba- San Rafael, Alfajayucan, Amazcala, (originalmente Amascala) Tierra Blanca, Los Higos, Los Trigos y El Zamorano, siendo la conocida como “La Griega” la de mayor extensión “el nombre de La Griega es por un cruce de caminos que formaba una “Y”.
La hacienda que nos ocupa de nombre Jesús María, fue una subdivisión de la gran Hacienda de La Griega, propiedad inicialmente -al igual que Chichimequillas-, de los carmelitas, y después de varios propietarios, fue de la familia Rivas, adquirida posteriormente por el español Baldomero Pérez, a quien en tiempos de la revolución, se le permitió hacer una gran fortuna, controlando la comercialización de granos y vendiéndole la huerta del convento del Carmen, años en que adquiere la propiedad, y quien la trabajó durante varias décadas, y por el reparto agrario, -lo que de la hacienda quedaba- lo traspasó a Don Jesús Avendaño del pueblo de La Cañada, a quien se la otorga fiada a crédito. Don Jesús Avendaño -agricultor y comerciante- abrió una tienda a un lado de la vía, junto a la estación del Ferrocarril Central, en el lugar donde estaba el control de las dos vías que enlazaban a dicho ferrocarril con el Ferrocarril Nacional, y que además de un guardavía, tenía los servicios de un telegrafista.
Don Jesús Avendaño compró a la familia Urquiza un buen número de vacas de registro Holstein, pero no le vendieron un semental para reproducción, pensando en que de las vacas que iban “cargadas” escogería el mejor, para que cumpliera estas funciones reproductivas. Esto le significó a Don Jesús un mal negocio por los gastos y que le impidió cumplir con las obligaciones contraídas para el pago, y se vio obligado a devolver la finca. Al quitarle a Don Jesús la Hacienda por falta de pago, Don Baldomero Pérez, le encarga a su hijo Vicente Pérez Borja su manejo.
El muy conocido señor José Rivas, con el tiempo recupera la hacienda de Jesús María y durante corto tiempo, la tiene en posesión Don Jesús Coronel, quien nuevamente sufre un embargo por la familia de Don Baldomero Pérez. Don Vicente Pérez Borja toma posesión de Jesús María, quien se mantenía en el mismo estado de sobrevivencia y deterioro, hasta que un industrial de grandes posibilidades económicas, de nombre Adán Rentería, la adquiere, invirtiendo un gran capital en su rescate y en nuevas construcciones. Esta sería la mejor etapa de la Hacienda de Jesús María, ya que además de las remodelaciones y restauración de lo existente, se inician nuevas y elegantes construcciones. Se incrementa su producción y se instala una fábrica de alimentos concentrados, mejorando la población y las condiciones de vida de sus habitantes. Durante mucho tiempo el nuevo propietario, con gran dedicación, le cambia totalmente la fisonomía, respetando el estilo tradicional de las haciendas novohispanas en todo, lo que resultó de una magnífica y señorial elegancia.
En fecha reciente, ante la demanda de espacios en los viejos edificios en que funcionaban las oficinas de la Presidencia Municipal de La Cañada desde los años 40s del pasado siglo, y que sujetos a la improvisación por la insuficiencia de espacios, que con el crecimiento agrícola e industrial, así como las nuevas colonias que se han sumado en el ahora importante municipio de El Marqués, se decidió para darles un espacio digno con muy decorosas instalaciones, amplias y adecuadas a la modernidad que se requiere, y a su vez, solucionando el serio conflicto que se ocasionaba con la gran afluencia de vehículos y la falta de estacionamientos.
La hacienda de Jesús María, en esta su nueva etapa, rescata mucho de su historia, de cuando por sus actividades agrícolas, ganaderas e industriales, fue tan importante, que originó un nuevo poblado, ahora ya con una importante población y actividad económica que se suma al desarrollo del Municipio del Marqués, y dándole un espacio digno y adecuado para su desempeño y atención a la ciudadanía.