En cada pueblo se guarda memoria de sus leyendas e historias, que de manera muy particular nos dejan conocer parte de la manera de pensar de sus habitantes, lo que merece todo el respeto por descabelladas que nos parezcan, porque leyendas al fin, se han ido formando de las aportaciones y agregados que se les han hecho con el paso del tiempo. Con el fin de que estas ricas historias o consejas no se pierdan, procuraremos rescatarlas para dejarlas escritas, procurando ser lo más fieles y veraces, al recibir la generosa reseña por quienes las guardan como un recuerdo sagrado de sus mayores.
Es el profesor Francisco Olvera Marín, de Pinal de Amoles, quien nos relata tres de estas historias, que, por conocerse solamente por algunos rumbos de la Sierra Gorda, resultan ajenas para los que vivimos en las consideradas como ciudades del estado de Querétaro; la capital y San Juan del Rio – aunque Corregidora y Tequisquiapan merecen ya ser consideradas de igual manera.
Inicia nuestro interlocutor, el profesor Olvera Marín con un relato que tiene gran fundamento histórico, porque se trata de uno de los miembros de la poderosa familia del General Rafael Olvera, cacique de la Sierra Gorda y dueño de grandes propiedades, que sumándolas eran casi cien, y se extendían desde San Luis Potosí hasta nuestra ciudad, conociéndose, que nunca se completaron las cien, al existir el temor de que el gobierno se las expropiara “porque ya serían muchas”.
El dominio de la Sierra Gorda por los hermanos Olvera, Rafael y Gregorio, apoyados por su ejército particular, trascendió hasta el presidente Porfirio Díaz, el que, para evitar problemas, le permitió gobernar a Rafael nuestro estado de 1883 a 1887. Y cuando pocos años después fallece, su hermano Gregorio realizó la venta de muchas de las propiedades por las que se obtiene una cantidad inmensa de dinero, “el que de ninguna manera estaba dispuesto a confiar a los bancos, ante el temor de que se lo quitaran” y como persona conocedora de todos los lugares secretos de la Sierra Gorda, se dice “que durante más de quince noches salieron de su casa en Jalpan, diariamente, dos docenas de mulas que caminaban cargadas de monedas de oro y plata, hasta un lugar llamado “La Clarinera”, entre Arroyo Seco y Jalpan”. Este tesoro nunca fue encontrado, y durante años los buscadores se han tenido que resignar regresando con las manos vacías por estar muy bien escondido. En el lugar conocido por el nombre de “Hongos” un muy conocido serrano, encontró cuantioso entierro, que se cree formaba parte de lo ocultado por don Gregorio Olvera, hecho ampliamente difundido en toda la región, porque las monedas circularon muchos años en la región.
Por otro rumbo muy cercano a la cabecera de Pinal de Amoles, se sabe de otro gran tesoro de los muchos que se dice, que a través de los años fueron ocultados por tropas o por rebeldes, o por ricos perseguidos y que tampoco ha sido encontrado, porque el único que sabía del escondite, para lograr sacarlo “sin remordimiento”, hizo un pacto con el demonio, y empezó a sacar cantidades que inmediatamente hicieron que su cambio de vida fuese muy notorio, pero el pacto con el diablo fue, porque este último frecuentemente cambiaba las monedas de lugar y al llegar a un arreglo, el demonio le pidió que antes de sacar dinero, llegase siempre con algo y que al dejarlo, le autorizaría para sacar diez tantos más de lo que dejaba, y que para esto, tenía que avisarle antes de su pretensión, hablándole en determinado lugar. Se afirma que los que conocieron a esta persona, pudieron ver, que de manera inexplicable había podido comprar varias propiedades y llevar una vida de rico, pero también corrió el rumor, de que un día, como producto de su voracidad y avaricia, quiso tranzar al demonio llevando unos costales con piedras y como resultado desapareció sin conocerse nunca lo que le había pasado y quedándose con el secreto del sitio de este gran tesoro.
Otra de las historias de por esas tierras del norte de nuestro estado, es lo acontecido hace muchos años en el lugar conocido como el “haile” por algo relacionado con alguna de las especies de árboles que se conocen con ese nombre y en donde hace muchos años se presentó un fenómeno meteorológico al que los antiguos lugareños conocían como “culebra” y que se caracterizaba por ser una formación de un largo remolino, que al pasar levantaba mucha tierra y todo lo que se encontraba y que pasando por los bordos los dejaba secos, llevándose toda el agua para el ganado con todo y peces y tortugas, los que después dejaba caer en otro lugar ante el asombro de quienes veían que llovían pescados.
Esa gran culebra celestial, en esa ocasión deslavó parte de los cerros, dejando al descubierto un antigüo pueblo del que nadie tenía noticia de su existencia, esto por el rumbo de una cañada conocida como “La Curva del Ángel”, pueblo que solamente duró un día según los testigos que en esa ocasión lo vieron, y no sabiéndose nada de él, hasta cien años después, de que de pura casualidad, algunos de los nietros de los testigos originales que sabían la historia, lo pudieron ver, justo cuando se cumplían los cien años de que el fenómeno conocido como culebra lo había descubierto, y se sabe que esos últimos testigos, pudieron entrar al pueblo y ver cómo se vive en él, con muchos lujos en medio de muchas riquezas y muy buenos alimentos, enterándose que sus habitantes tienen muchos siglos de los nuestros de vida, manteniéndose siempre jóvenes, porque cien años de nosotros son tan solo un día para ellos, y que al ser invitados a quedarse en este pueblo mágico, los últimos que lo vieron, temerosos de dejar a sus familias, lo rechazaron, se afirma que la última aparición del pueblo fue hace setenta años ¡faltan treinta para que el pueblo de la vida eterna y de la abundancia aparezca nuevamente!
Ustedes dicen, ¿vamos?