Por la falta de agua: En un documento fechado el día 30 de Marzo de 1654, ante el Lic. Gaspar Fernández de Castro, don Antonio de Cárdenas y Viedma, a nombre del Convento de monjas de Santa Clara, inicia un litigio; “porque las aguas de La Cañada y del Pathé; debido al mal uso de los beneficiarios, ya no les llegan al convento a las monjas clarisas”. Éste sería el segundo litigio por el mismo motivo, ocasionado por el uso de las aguas en Querétaro, ya que el anterior fue en el año de 1636 y después de dieciocho años el problema persistía.
El valioso documento, que contenido en las noventa y dos páginas que lo componen, en donde al fundamentar su queja, el representante de las monjas del convento de Santa Clara, don Antonio de Cárdenas y Viedma esgrime importantes argumentos legales basados en las disposiciones del propio Rey de España y que además, por la descripción tan detallada de los nombres originales y etnias, estado civil, posibilidades económicas y ubicación de los terrenos, de todos los que de las aguas de Querétaro recibían sus beneficios. Quien elaboró este escrito, lo realizó legándonos un padrón; tal vez el primero que se realizaba, de quienes habitaban nuestra ciudad en sus orígenes. Documento que rescatado por quien esto escribe, y que le fue entregado al entonces Secretario de Educación Lic. Juan Antonio Isla Estrada, por indicaciones del Gobernador Mariano Palacios Alcocer, documento del que se conserva una copia.
Enterados por nota periodística, de que el H. Ayuntamiento de Querétaro estába realizando la digitalización de documentos de su archivo, y en la que se informa, que el ejemplar más antiguo con que se cuenta en dicho archivo, es la continuación de ese largo litigio de las monjas clarisas por el agua, con fecha del año de 1872, problema generado doscientos dieciocho años antes; o más, si se tiene en cuenta el documento de 1636 como el del primer litigio entablado con el mismo propósito, en este, que resultaría el juicio más largo de nuestra historia al hacerse centenario y del que una parte ya fue publicado en un trabajo sobre la materia hidráulica de Querétaro, de autoría del Arquitecto Antonio Loyola Vera.
Desde sus inicios, la problemática del agua y por el agua en Querétaro, ya fuese por la carencia del suministro o por el exceso por las inundaciones, marchó paralela al desarrollo de nuestra ciudad y se tornó dramática por la contaminación causada por los obrajes y la utilización de productos químicos para la preparación de la lana y el curtido de pieles en la época virreinal, aunado esto al mal uso de las aguas, al arrojar en ellas los desechos orgánicos a los canales, lo que ocasionó las grandes epidemias que se padecieron; una de ellas, la más conocida como el “cólera grande” a mediados del siglo XIX cuando; con la introducción del agua del Acueducto desde el año de 1735, en que se suponía, que eso ya no ocurriría otra como la de finales del Siglo XVII. Pero en el año que refiere el documento que comentamos; en 1654, el principal problema resultaba ser por la falta de apego a la disposición de la autoridad, al no respetar el “tandeo” asignado, o por alterar las “datas” y los tubos alimentadores, que se regían por las medidas vigentes en esa época, que eran; “una naranja”, “media naranja”, con que se señalaban los diámetros de los tubos de barro cocido para el riego (como el que tenía el maestro Modesto Cervantes en su oficina), al compararlos con el grosor de la conocida fruta; o “las pajas” que eran las medidas urbanas, y “los surcos” las rústicas; ambas equivalían a seis litros y medio por segundo y las que resultaban más difíciles de controlar.
El difícil manejo y la permanente violación a las disposiciones para el riego de los solares, conocidos como “sementeras”, ocasionó, que la autoridad se endureciera con las sanciones; pero estas se aplicaban de manera selectiva; porque si el que incumplían lo establecido era un indio, “la primera vez, solamente se le amonestaba y ante la reincidencia, se le despojaba de su sementera; de sus tierras, sin ninguna posibilidad de recuperarlas”. Tratándose de un español era diferente; “la primera vez, era multado a criterio del juzgador, la segunda vez, la multa se duplicaba, y de persistir con esa actitud rebelde, no respetando el tandeo, al infractor se le condenaba a ser enviado a las Islas Filipinas, a trabajos forzados bajo las órdenes de su majestad el Rey”; teniendo la ventaja de que no se le despojaba de su propiedad. Lo anterior quedó consignado de manera muy precisa en el documento que mencionamos, al ser citado el argumento legal por el representante de las monjas de Santa Clara al exigir el cumplimiento del tandeo, y que así el agua llegase al convento, y no se conoce por medio de otros documentos de la época, que se hiciera efectiva su aplicación a ningún español.
Con respecto a los nombres de los propietarios de los terrenos que regaban las aguas de los primeros canales y acequias, se encuentra en este documento, la detallada descripción de si eran indios, españoles, mestizos o negros, y quedaron marcados claramente, aquellos nuevos nombres impuestos a nuestros antepasados, descendientes de los primeros pobladores recientemente bautizados, nombres, que algunos denotan la falta de imaginación de quien los sugería para “castellanizarlos”, al agotárseles el santoral, y así encontramos algunos que se llamaban Melchor Gaspar, Gaspar Baltasar y una veintena más, de los que, siguiendo la costumbre que aún persiste en algunos grupos indígenas, de no usar apellido, llevando duplicado o triplicado el nombre de sus ascendientes; como es costumbre en la región otomí.
Por la gran importancia que resulta la conservación de nuestra historia, plasmada en los documentos del Archivo Municipal, es de reconocerse la buena labor del H Ayuntamiento de Querétaro, al utilizar las modernas tecnologías, para su preservación, para su conocimiento de los queretanos presentes y futuros. Y así mismo, al sumarnos en ese empeño, ponemos a su disposición, para incluir dentro de esta empresa digna de reconocimiento, el documento que está en resguardo de Preserva Patrimonio A.C.
Para el conocimiento de los encargados del agua en Querétaro, en donde desde siempre han existido problemas con el preciado liquido. Esperando no pretendan mandar a ninguno de los incumplidos a las Islas Filipinas, “a trabajos forzados bajo las órdenes de su majestad el Rey de España”.
¿QUE POR QUE QUERÉTARO CONTINUARA INUNDÁNDOSE? Los modernos estudios satelitales realizados en nuestro territorio y en particular en la ciudad de Querétaro, demuestran, que, cuando esta zona estaba cubierta por las aguas; hace ya muchos años, existían tres salientes que emergían de las mismas, y estas eran; el Cerro del Sangremal, el de San Gregorio y el Cerro de las Campanas, estudios que demuestran, que entre estas tres formaciones rocosas, se acumulan materiales sedimentarios y arcillosos, con profundidades de entre cuatrocientos y quinientos metros, que en mucho explican la mecánica de los suelos en la ciudad.
Con el antecedente mencionado, si nos trasladamos a épocas más recientes, en las que ya existe memoria histórica, y se registran los remanentes de aquellas abundantes aguas, a través de las crónicas, se pueden ubicar importantes cuerpos de agua, en los albores de la ciudad de Querétaro.
El primero del que existe memoria, es el gran bordo y ciénaga de Carretas, secado por el propio Fernando de Tapia, para utilizarlo para la siembra, cambiando los cultivos de maíz por lo que los indios antes obtenían del mismo, con la pesca y la cacería. Este gran bordo se extendía hasta la Hacienda de Callejas, en donde quedó aislado con aguas permanentes, que se incrementaban en temporada de lluvias y que aún existían vestigios de él, en los 60’s.
El Rio Blanco hoy Rio Querétaro, descrito en su recorrido por los cronistas de la época, el que haciendo un quiebre con rumbo al sur, continuaba, del lugar que ocupa el Puente Grande o puente del Marqués (Juárez y Av. Universidad) y que recorría la hoy calle de Juárez llegando hasta lo que ocupan el convento de San Francisco y el Jardín Zenea, que antes fue el Campo Santo, al escoger para tal fin ese terreno, por la suavidad de su suelo, cuando el rio fue desviado, de aquí, de este lugar, hoy corazón del casco histórico de la ciudad. Como prueba de que el rio por aquí pasaba, existen restos de un viejo puente en la esquina de Corregidora y 16 de Septiembre. Antes de esto, el rio continuaba al sur poniente hasta la hoy calle de Pino Suarez con rumbo al poniente, al lugar que se denominaba la “Presa del Lodo”.
Al poniente de nuestra ciudad; desde la hoy calle de Ezequiel Montes, antes Calzada de Belén, en la época virreinal, existía una laguna, la que poco a poco se fue desecado, llegando primero de Nicolás Campa al cerro de las Campanas, hasta que fue secada totalmente; a esta laguna se le conocía como “Laguna de los Patos” y se comunicaba con “La Presa del Lodo” y con otros bordos más lejanos, por los rumbos de San Juanico y San Antonio de la Punta, en donde está la XVII Zona Militar.
Los actuales fraccionamientos Cimatario y Álamos, eran, el primero, un gran bordo, y el segundo, además de bordo, tenía abundancia de manantiales, cercanos al importante venero del Cerro del Pathé.
Los desniveles en los terrenos ocupados por los bordos, resultaban muy aparentes en Carretas, Callejas (este último por el auditorio “Josefa Ortiz”) y en el poniente de la ciudad; no hace muchos años, en la hoy avenida del 57 y en Pino Suarez con Ignacio Pérez, para construir, se tenía que rellenar el terreno, por el desnivel de casi dos metros que ahí existía, siendo muy demostrativo de la preexistencia de los bordos, por el abundante material sedimentario; de tierra negra, muy fértil, que bajo el piso se conserva (ver los arboles en Avenida del 57 e Ignacio Pérez).
Los niveles freáticos en toda la ciudad de Querétaro, eran muy superficiales, y los pozos artesianos que aquí abundaban, tenían su espejo de agua, con profundidad no mayor a cinco metros como promedio; esto era en los 40’s (ver en el Restaurante “La Duquesa”), pozos que en su mayoría fueron cegados, cuando la distribución del agua por tubería.
Paradójicamente; Querétaro a sufrido por dos aspectos; la escasez del agua potable, y el exceso ocasionado por la lluvias, uno de ellos fue, el que provocó grave inundación de la ciudad en sus comienzos, cuando se rompió el Cerro del Zamorano, además, históricamente están registradas muchas otras inundaciones, algunas muy recientes en los años 50s que se inundó la alameda y en los 70’s, cuando, por el desconocimiento de los ingenieros recién emigrados, pusieron una represa, frente al antiguo rastro, al menospreciar a nuestro rio, cuando apenas un pequeño arrollo corría por su lecho. Esa noche llovió intensamente, desbordándose el rio, que inundó varias colonias del norponiente, causando la muerte de una persona. Tambien el día 11 de octubre de 1985 en que todo querétaro sufrió una inundacion en la que el hotel Impala y la Comercial Mexicana de Zaragoza se llenaron de agua sus estacionamientos. la ciudad periodicamente se inunda, aunque para algunos solo sean «encharcamientos». Con la construcción de la carretera a San Luis, -hoy 5 de febrero- se formó un dique con una sola salida que es el rio, por eso se inundan Santa María Magdalena y Carrillo Puerto.
La situación se torna de mayor riesgo, al no saberse las condiciones reales del drenaje, en varias zonas de la ciudad; drenajes que se construyeron en los siglos XVII y XVIII, y a los que quedaron conectados muchos desagües de las casas. Ignorando su función, también se taparon viejos sumideros en el centro de la ciudad; como el de Independencia y Pasteur, o en Zaragoza y Av. De las Artes y otro muy importante en Corregidora con 16 de Septiembre, y en la mismísima Plaza de Armas, de los que la memoria se ha perdido y que ocasionalmente se han encontrado; como aconteció en el Instituto Tecnológico Regional de Querétaro, que de pura casualidad; al realizar excavaciones para nuevos trabajos de drenaje, fue localizado.
Ni duda cabe; de que la sabiduría de nuestros antepasados, continua siendo de mucha actualidad, cuando afirmaban que; “el agua tiene memoria y siempre busca su lugar”. Por algo existía un sistema de bordería, que acabó la especulación de los fraccionadores.