Un personaje se hizo notar por su desempeño eficiente y serio, al entregarse de cuerpo y alma al encargo de jefe policial, se llamó Don Rómulo Alonso y era singular, “ya que vestía con elegancia y se transportaba a caballo”. Por su presencia no solo era respetado –era temido- y tenía el respaldo del gobernador, el general Don Rafael Olvera, quien con mano firme y sin aspavientos, –sin decirlo– lo demostraba, manteniendo a Querétaro tranquilo.
La carrera como jefe de la policía duró más de 10 años, al demostrar Don Rómulo Alonso su eficacia, y aunque durante ese tiempo sus éxitos policiales fueron muchos, dos de ellos lo consagraron dejando su actuar para la historia.
El primero fue el poner fin a la carrera delictiva de una temida mujer conocida como ‘La Carambada’ la que tenía en permanentes zozobra a la población, al atacar a los viajeros en las cercanías de Querétaro, –principalmente en los caminos reales a México y a Celaya–, en dónde con mucho ingenio había ideado el encender en una singular estratagema, olotes, los que colocaba en la oscuridad de la noche a los lados del camino, para que el viento, al avivar el fuego, le diera la oportunidad a ella para decirle a los asaltados “que no opusieran resistencia, porque estaban rodeados por sus hombres” esto, al sugerir sin decirlo, que estaban fumando. Esta mujer se hizo famosa, porque después del robo, hacía escarnio de sus víctimas, diciéndoles que vieran quien los había asaltado, a la vez que se subía las enaguas o se abría la blusa para enseñar los pechos.
Don Rómulo decidido a capturarla, le puso una celada en la que cae ‘La Carambada’ y tratando de que la ley se respetara a toda costa, una vez cumplida la aprensión le aplica la perversa “Ley Fuga” en la que solían decirle al capturado “Vete, te dejamos ir, pero ya no sigas robando” y al darles la espalda eran acribillados justificándose en que habían tratado de huir.
El otro éxito de Don Rómulo fue la captura de un escurridizo ladrón, del que se decía “que les robaba a los ricos para darle a los pobres, y que, por su gran habilidad para el disfraz, no lo habían podido capturar en la Ciudad de México, así como en estados vecinos, y que escapando se había trasladado a nuestra ciudad, en dónde cometió audaces robos en los que dejó demostrado su empeño para el delito. Uno de sus robos fue en la casa de los Condes de Alvarado y el otro en la tienda “El Ave del Paraíso” propiedad del Sr. Alday, así como otros de menos trascendencia.
El primero de los robos mencionados –el de la casa de los Condes de Alvarado– (hoy casa destruida y fraccionada en las calles de Escobedo) en dónde vivía una viuda, de la que se decía que tenía joyas y dinero escondidos y que desconfiada no habría la puerta de su casa ¡a nadie! siendo su único contacto a través de una niña, que diariamente acudía a determinada hora, para que la viuda, bajando una canasta con un mecate, le pasara una lista de lo que necesitaba y el dinero para comprarlo. Al regreso, por la misma operación de la canasta, la niña depositaba en ella lo comprado. Nunca se supo cómo Chucho el Roto y sus secuaces lograron penetrar a la casa a robar, siendo muy dramáticos los resultados, ya que, al negarse la viuda a revelar su escondite para su dinero y joyas, la atormentaron hasta causarle la muerte, dejándola colgada con un mecate en la escalera.
El otro robo fue a la tienda del Sr. Alday “El Ave del Paraíso” del que se dice, que disfrazado de limosnero Jesús Arriaga, alias Chucho el Roto, logró aflojar las piedras del marco de la puerta, en una paciente labor que duró varios días y una noche por ahí entró, robando todo lo de valor que ahí se encontraba. Este sin duda fue el robo más cuantioso que realizó en Querétaro.
Ante el escándalo ocasionado por los robos de Chucho el Roto y por conocerse que un fuereño estaba vendiendo joyas a un comerciante, le pusieron una trampa coordinada por el astuto Don Rómulo Alonso, en la que salió más hábil que el escurridizo ladrón, trampa en la que Chucho el Roto cayó y fue aprendido, iniciándole proceso del que existía testimonio en el archivo judicial.
Al correrse rápidamente la voz de la captura de Jesús Arriaga, el comandante y jefe de la policía secreta de la Ciudad de México, el que tantas veces había sido burlado en la capital por Jesús Arriaga, se trasladó a Querétaro y haciendo hasta lo imposible, al mover influencias y ejecutando mucha presión ante el gobernador, logró llevarse al capturado a la capital, en dónde lo presentó a la prensa y a la sociedad, diciendo con arrogancia ¡que él lo había capturado! lo que causó gran molestia en Don Rómulo Alonso, que trató de desmentirlo sin lograrlo, quedando como antecedente firme, el proceso que se inició en Querétaro y dónde se detallaba sus latrocinios y la forma y lugar de su captura, y que ponía al jefe de la policía de México en el más espantoso de los ridículos.
Don Rómulo Alonso, duró varios años más ejerciendo con autoridad su cargo de jefe de la policía en Querétaro y supo ganarse el cariño y reconocimiento del pueblo.
Los tiempos cambian y los requerimientos para mantener la paz y seguridad están ya muy distantes de aquellos años, en que Don Rómulo Alonso, cuyo nombre quedó ligado a dos de nuestras leyendas, -La Carambada y Chucho el Roto- ya que a la primera aplicándole la “Ley Fuga” y trasladando su cuerpo a lomo de burro al Hospital Civil, sin proponérselo y cumpliendo con su función, dio pie para que los hermanos Cabrera se inspiraran en su novela de ‘La Carambada’. Y en lo referente a Chucho el Roto, para dejar documentado su gran capacidad policial, aunque la historia no se lo haya reconocido, el merece ser tomado en cuenta por los queretanos como el personaje que sirvió a Querétaro y que mantuvo la paz y la tranquilidad, con el estilo de la época.