La historia de la imagen del Sr. Santiago en La Cañada, resulta muy interesante y única, siendo un bello ejemplo de cómo de una desgracia, el pueblo con su fe y con su ingenio, puede mantenerse sin menoscabo alguno una tradición, rindiéndose culto y demostrando su gratitud al santo de su devoción, el que al ser conquistados escogieron como su protector por sentirlo el mejor al estar armado y a caballo.

Rescatado de la memoria colectiva del pueblo de La Cañada, y no de una manera sencilla, por el paso ya de tantos años, y tratando de unir lo que de manera oral mantiene con vida una de las más antiguas tradiciones del culto a un santo, traído y venerado por los conquistadores, al que se le ha tenido ya por siglos como el patrono de España y al que agradecidos los peninsulares, le tienen como su aliado protector, al definir a su favor muchas batallas en las que su aparición inclinó el triunfo para ellos.

Santiago Apóstol en su representación de Santiago Matamoros, es sin lugar a dudas el santo más venerado en España, en donde se le profesa un gran respeto al sentir que fue el que evangelizó esas tierras, pertenecientes entonces al imperio romano, y como el discípulo consentido de Jesús, se entregó hasta su muerte para difundir el nuevo cristianismo, quedando sus huesos como reliquia sagrada en Santiago de Compostela.

Esa veneración muy pronto se reprodujo en la Nueva España. Santiago Apóstol seguía conquistando territorios para la Corona Española y Querétaro se sumó como uno de los lugares más significativos, quedando su imagen de manera muy notoria en el escudo del estado y dándole su nombre a la ciudad como “Santiago de Querétaro”, esto por la gran presencia que el señor del trueno tenía en el nuevo pueblo y que sería ratificado por la corona al otorgarle el título de ciudad.

En el pueblo de indios que era La Cañada, a mediados del siglo XVIII, uno de los lugareños que se desempeñaba como ayudante de escultor ebanista, observando la talla de madera que se realizaba para ornamentar los templos de la ciudad de Querétaro, decidió fabricar una escultura que representara al Sr. Santiago, y al igual que en la población vecina, venerarlo como protector, tal como se acostumbraba en los nuevos pueblos en que cada uno adoptaba un santo para que los defendiera del mal.

Por las características de su representación, el apóstol Santiago montado en su caballo blanco, blandiendo su espada y enarbolando su estandarte de combate, resultó del agrado de los vecinos, y el improvisado escultor recibió el apoyo solidario de ellos, logrando en un tiempo no determinado, esculpir la figura de un jinete que representaba al santo de tamaño normal, y por economía de espacio o por carecer el autor del dominio de la simetría, el caballo le quedó de una menor talla, lo que no fue motivo para que se le adoptara como el señor Santiago de La Cañada, y se decidió darle un lugar digno, pero de manera provisional le construyeron una enramada con muros de piedra rosa acomodada con lodo, y como techo la cubrieron con carrizo del que abundaba en el rio.

Se dice que esta rústica capilla estaba por las cercanías de la Iglesia Chiquita, porque los viejos, –hace ya muchos años–, la mencionaban como punto de referencia, perdiéndose en el olvido el lugar exacto, cuando nuevas construcciones la borraron y, porque, por lo que ocurrió, no fueron muchos meses en que se logró venerar al santo ahí como relataremos a continuación.

Una vez terminada la imagen de apóstol Santiago, fue trasladada en procesión a su capilla, instalándola cuando los vecinos levantaban aún los muros, para después poner el techo, de modo que el avance de la construcción y siendo de manera improvisada, se apuraban para tenerla terminada para el día de su fiesta y nadie tomó en cuenta el tamaño de la imagen y la poca amplitud de la puerta la que se construyó después.

El 25 de julio de ese año, el santo ya lo pasó en su capilla, continuando las visitas de los fieles días después para pedirle favores, y sin poderse conocer por cuánto tiempo los que a la capilla llegaban y que le llevaban sus velas, las que como podían las acomodaban –algunas dentro de jarros con flores, otras clavadas en la tierra del piso– ¡y un día se presentó la desgracia! Una vela comenzó un incendio, y rápidamente el carrizo seco del techo se consumía en altas llamas, cayendo pedazos encendidos sobre el santo, que no tardó en comenzar a quemarse.

Los que vivían más cercanos a la capilla dieron la voz de alarma. “¡Se quema el Sr. Santiago!” y tratando de sacarlo de las llamas, su tamaño, y lo estrecho de la puerta se los impidió, ¡y por más que lucharon por apagar la lumbre! cuando al fin lo lograron, con mucha tristeza vieron, que, de su santo protector, quedaba ya muy poco, ¡solo trozos de madera humeante y lo demás hecho carbón!

Una gran tristeza y gran pesar, eran muy aparentes entre todos los que ahí se encontraban. Las mujeres lloraban muy compungidas, los hombres cansados por el esfuerzo de apagar el incendio se mantenían frustrados, sin poder culpar a nadie de lo acontecido, por ser claramente un accidente y no un descuido, y menos aún una mala intención, de la que ninguno del pueblo era capaz. La triste realidad era que el Sr. Santiago se había quemado y de él muy poco quedaba.

Sintiendo que la imagen era sagrada y que de lo que de ella quedaba también lo era, por aquello que había representado, aunque fuesen ahora solamente unos trozos de madera, estos merecían también respeto. A uno de los que ahí estaban reunidos, se le ocurrió ¿el por qué no hacer con lo que quedaba una figura del santo? Aunque esta fuese más pequeña, al cabo que con lo acontecido ya tenía su historia. No se sabe, pero resulta lo más creíble, que el autor de la primera y grande representación del santo; jinete y su caballo, fuese también el encargado de fabricar con la madera que quedaba, una figura más pequeña con el mismo motivo.

Y fue como nació “Santiaguito”, al ser bautizado así por los que de él se encargaron desde hace ya muchos años, festejándole su novenario, su velación y su santa misa, y posteriormente construyéndole su nueva capilla en el cerro –en la parte alta para que se viera– capilla que, con el paso de las vías del ferrocarril Central, fue demolida y se construyó nuevamente un poco más abajo, en el sitio en que hoy está.

Hace aproximadamente doscientos años, en muchos de los barrios y en terrenos particulares, se levantaron varias capillas, las que con el tiempo se fueron deteriorando en sus techos que eran de bóveda catalana, más no en sus fuertes muros de cantera rosa. Capillas como San Andrés, la del Sr. De la Justicia, de la Santa Cruz, de San Miguel y la del Apóstol Santiago, –ya conocida como Santiaguito–, sufrieron daños que hacían peligrar las centenarias imágenes que en ellas se encontraban, y estas fueron depositadas con algunas familias en sus casas particulares.

La Sra. Pomposa Martínez Luna, la que con gran preocupación por el daño que pudiesen sufrir las veneradas y muy antiguas imágenes, y perderse para siempre piezas muy valiosas por su elaboración, como los Cristos elaborados de pasta de caña de maíz, o las históricas y queridas representaciones de los santos, algunas pérdidas al ser substraídas por extraños para comercializarlas, como la de San Miguel que fue robada. Para evitar esta potencial pérdida del patrimonio del pueblo, y por lo que para ella y su gran fe representaban, doña Pomposa no escatimó esfuerzo para ponerlas en lugar seguro, cuidarlas y celebrarles su fiesta. Siendo una de sus más queridas, la imagen del apóstol Santiago, su Santiaguito.

Esta tradición centenaria no se ha interrumpido, continuándole los herederos de doña Pomposa Martínez, y el pueblo, reuniéndose cada año para celebrar al santo y conviviendo con los habitantes de La Cañada, tal como fue el propósito de la iniciadora y recuperadora de esta tradición que se originó con el pueblo mismo y que trascendió para dar origen al nombre de Querétaro, logrando conservarla viva en un pueblo orgulloso de su pasado y muy consciente de su futuro.

Por Jaime Zuñiga Burgos

Queretano por nacimiento, Jaime Zúñiga Burgos cuenta con una muy amplia trayectoria en actividades políticas, sociales y culturales. Su formación de médico cirujano y licenciado en derecho, así como sus estudios de maestro en administración pública lo enfocan al humanismo. Lo mismo ha recuperado valiosas piezas arqueológicas que ha rescatado, importante documentos para la historia de México como el testamento original de Doña Josefa Vergara y Hernández, el decreto del presidente Benito Juárez para el cambio del sistema de medidas en la Republica, las mercedes de aguas del pueblo de Querétaro entre otros. Además de la ubicación de los restos del Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana en la iglesia de San Hipólito en la capital de la Republica. Preocupado por la pérdida de documentos de Querétaro junto con otros distinguidos académicos, fundó Preserva Patrimonio A.C. organismo creado para el rescate de nuestro patrimonio histórico. Actual Cronista del estado de Querétaro

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