Sin dar mayores datos, Valentín Frías en sus escritos, refiere que, el primer lugar en el que se proporcionó atención médica, fue en el cerro del Sangremal, y decimos nosotros que existen dos posibilidades, la primera, que esto fuese en el ya convento de La Cruz, y don Valentín no lo específica, o la segunda posibilidad, que, sin decirlo, supusiera esto para la atención de los heridos en la mítica batalla de conquista en el cerro del Sangremal, lo que también pudiera formar parte de la leyenda. Para otros, la conocida como “enfermería” del convento grande de San Francisco, fue otro lugar para la atención de los enfermos, a pesar de que el término enfermería no era usado en ese tiempo.
Don Fernando de Tapia y su hijo Diego, son los responsables del establecimiento de lo que seria el primer hospital en la naciente ciudad de Querétaro, -a mediados del siglo XVI- 1550, año en que se adquieren los terrenos para el Real Convento de Santa Clara, en el que la familia Tapia, a través de Luisa del Espíritu Santo, hija de Diego de Tapia, aportarían los recursos para la construcción del convento. Parte de los terrenos adquiridos se dedicaron a un hospital, que años después llevaría el nombre de “Hospital de la Limpia Concepción” cuando en el siglo XVII estuvo a cargo de los hermanos hipólitos.
Durante sus inicios, el hospital aún sin denominación alguna y en proceso de construcción, cuando eran unos cuartos de adobe con lo único que contaba, pasó por esta ciudad, Bernardino Álvarez a su regreso del destierro en el Perú, donde hizo una gran fortuna, y, cuando dejando atrás su vida licenciosa que le había causado la expulsión de la Nueva España y su huida a Perú, pasaba ya como fraile y con gran riqueza, y quiso dejar cierta cantidad para contribuir a su construcción, antes de partir para la ciudad de México, en donde culminaría su obra en beneficio de los enfermos, la que es recordada con un hospital que lleva su nombre.
No ajeno a conflictos, el hospital de la Limpia Concepción, inició dando atención a los indios, y tiempo después también a los españoles y criollos. Esto, mientras se lo disputaban los hipólitos con los franciscanos, que los acusaban de malos manejos. Al final, triunfaron los franciscanos, y casi por tres siglos y con los medios de que se disponía para dar atención durante las grandes epidemias que asolaron la ciudad, cuando la mortandad era tal, que los cuerpos de los difuntos se acumulaban en las esquinas, para que el carretón de la basura los trasladara a la fosa común.
Ante este nada grato espectáculo del amontonamiento de difuntos, y alegando el riesgo de contagios por los “miasmas”, que a través del aire y por la cercanía, llegaban al convento, con el riesgo de contagio. La presión de las monjas y de la población solidaria, era mucha para las autoridades, y existiendo dos problemas de salud muy serios, – el retirar el hospital o lograr agua limpia para la ciudad, y se dio preferencia a la introducción del agua con las obras a cargo del Marqués Urrutia y Arana en el año de 1726.
El tiempo transcurrió y otras epidemias se presentaron, resultando ya insuficientes las instalaciones del Hospital de la Limpia Concepción, y las presiones de las monjas continuaban, cuando por las leyes de reforma y su aplicación en Querétaro, se pudo disponer del beaterio de Santa Rosa de Viterbo, por entonces muy distante del centro de la ciudad, y en 1862, el hospital fue trasladado a dicho lugar con el nombre de Hospital Civil, dejando su nombre religioso por la vigencia de la separación de la iglesia y el Estado.
Desde 1862 y con muchas carencias e improvisaciones, en un lugar deteriorado y sombrío, inadecuado, funcionó el Hospital Civil, sostenido por la entrega de su personal y el valioso y desprendido esfuerzo de benefactores, que tomaban como un apostolado la atención a sus semejantes, sustentada en su religiosidad y valores morales. Lo mismo aportaban el director de su dinero, que los voluntarios su trabajo, y mucho tiempo, las únicas personas que cobraban, eran las dos que realizaban la limpieza, los demás trabajan en forma gratuita.
Dos herencias, una de un difunto ex gobernador y la otra de un rico comerciante aliviaron las penurias del hospital durante un tiempo.
Histórico lugar al que llegó el cadáver de una bandolera que asolaba los alrededores de la ciudad, y a la que el pueblo conocía como la Carambada”, muerta al aplicarle la ley fuga el comandante de policía Rómulo Alonso, y a la que trasladaron al hospital “a lomo de burro”, para los procedimientos legales, y que años después, los hermanos Pablo y Salvador Cabrera “¡la resucitaron!” para, en una supuesta confesión, basar su obra novelada y firmada con el seudónimo de Joel Verdeja Souza, fechada en 1941 supuestamente en Tepic, Nayarit, y conocida como “La Carambada. realidad mexicana”. Hospital que, con su función de atención abierta a toda una zona de influencia del centro del país, nunca rechazaba a los enfermos, y capacidad que fue puesta a prueba con grandes accidentes, como el de Cazadero, en donde la mortandad alcanzó cifras inimaginables y el número de heridos era tal, que los tenían en el patio y los pasillos, esto fue con el choque de dos trenes, cuando los peregrinos se dirigían a San Juan de los Lagos.
Mucho aconteció dentro de ese bello recinto que ocupó el Hospital Civil, durante 102 años, muchas son las historias que de ahí se conocen y que se acrecentaron durante la revolución, como la de la mesa de operaciones donada por el general Francisco Villa, al médico que lo curó varias veces en su carro del ferrocarril, en el año de 1914. Mesa que como trofeo reclamaban los Estados Unidos, por ser parte del saqueo, cuando el ataque de los villistas a Columbus.
Cien años de atención a la población mexicana con una plantilla de médicos de primera, ¡de los mejores médicos! que al igual que los que los antecedían, -ya por costumbre- no cobraban, y además aportaban solidariamente para retribuir a su estado lo que les había dado para ejercer su profesión. Muchas carencias, pero también muchas vidas que se salvaron optimizando lo poco que se tenía.
Más de 100 años, hasta que, en 1963, se iniciara el proyecto de la construcción de un nuevo Hospital Civil, el que estaría frente a las instalaciones de lo que ya disponía el IMSS, con el propósito de zonificar la atención médica en un punto de la ciudad. Este moderno hospital contaría por primera vez con instalaciones exprofeso dejando atrás la improvisación y adaptación forzada, a los espacios de un edificio con otros fines muy lejanos al cuidado y atención hospitalaria, sería un moderno Hospital Civil como Querétaro lo merecía en 1964. De ese año a la fecha, Querétaro y sus habitantes han encontrado en el Hospital Civil de Querétaro atención médica de calidad.

Por Jaime Zuñiga Burgos

Queretano por nacimiento, Jaime Zúñiga Burgos cuenta con una muy amplia trayectoria en actividades políticas, sociales y culturales. Su formación de médico cirujano y licenciado en derecho, así como sus estudios de maestro en administración pública lo enfocan al humanismo. Lo mismo ha recuperado valiosas piezas arqueológicas que ha rescatado, importante documentos para la historia de México como el testamento original de Doña Josefa Vergara y Hernández, el decreto del presidente Benito Juárez para el cambio del sistema de medidas en la Republica, las mercedes de aguas del pueblo de Querétaro entre otros. Además de la ubicación de los restos del Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana en la iglesia de San Hipólito en la capital de la Republica. Preocupado por la pérdida de documentos de Querétaro junto con otros distinguidos académicos, fundó Preserva Patrimonio A.C. organismo creado para el rescate de nuestro patrimonio histórico. Actual Cronista del estado de Querétaro

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