Ya casi para terminar la década de los noventa del siglo pasado, corría un rumor insistentemente, en el que se afirmaba que por diferentes rumbos del estado, estaban siendo atacados los hatos de diferentes especies de ganado. En algunas partes se trataba de cabras y borregos, en otras era ganado mayor, principalmente novillos, pero en todos los casos existían datos comunes; el ganado no tenía sangre.
En un principio; sobre todo en la región de la Sierra Gorda, se pensó en un ataque del puma, por las características desgarraduras en los cuerpos de los animales; pero, pronto se discutía que este tipo de felinos atacan a una presa, retirándose con ella para devorarla en un lugar lejano. ¡Tal vez el jaguar reapareció! el que siendo más corpulento y feroz que el puma, causaba más daño en sus ataques.
Por el daño causado en los animales de su propiedad, los campesinos se pusieron muy al pendiente para ver lo que ocurría y poder sorprender al predador que les causaba importantes pérdidas. Poco importaba la insipiente normatividad que protegía a la fauna en la Sierra Gorda, el daño que esta les ocasionaba, los golpeaba en sus escasas economías, por lo tanto había que defender sus intereses matando a los intrusos pumas.
Por el rumbo de Arroyo Seco, pronto fue observado un jaguar de gran tamaño, que al estar merodeando al ganado, su propietario lo abatió preservando su cuero con sal en grano y secándolo a los rayos del sol y se le puso precio para su venta. Pronto un soldado de la partida militar lo obtuvo a muy bajo costo, utilizando, a demás de lo poco que pagó, la amenaza de avisar a las autoridades de lo que ya se conocía que era un delito, el matar a uno de estos animales protegidos y que no impidió, que este campesino, defendiendo su propiedad y ante el peligro que corrían, tanto él como su familia, lo mató utilizando un rifle calibre 22 con el que mediante certero disparo en la cabeza, puso fin a su existencia.
El hecho antes relatado, trascendió hasta las autoridades en la materia y se inició un proceso contra el cazador del jaguar por ser un delito federal y que lo obligó a contratar a un abogado para su defensa. Abogado que al ver “el cuerpo del delito” pedía que como parte del pago, le fuera entregada la piel del jaguar.
Mientras tanto, los ataques se seguían presentando en otros rumbos distantes, algunos como Huimilpan, Amealco y Villa Corregidora. Después también en Colón y en el municipio del Marqués y ante su frecuencia, los medios de difusión se ocuparon del asunto, agregando su aportación de misterio y espectacularidad.
«A nivel nacional se hablaba ya del “Chupacabras” y ante la ausencia de imágenes reales, se le inventaron varias. Se decía, que era como un gran perro sin pelo y que se paraba en sus patas traseras y en las delanteras tenía manos con largos dedos y filosas uñas. Con un feroz hocico y múltiples dientes, ojos grandes cuernos de cabra; incluso se encontraron restos, del que se suponía era el chupacabras atropellado en una carretera.»
Descripciones sobraban; cada supuesto testigo de haberlo encontrado, lo describía diferente; algunos hasta lo habían visto volar como un gran ser emplumado, y en el imaginario popular se estaba convirtiendo en una seria amenaza, al afirmarse, que ya eran varios lo casos “documentados” de ataques a seres humanos y de estos resultaban los niños los más vulnerables.
Les tocó a varios muy conocidos ganaderos de nuestra entidad, sufrir el ataque del chupacabras y algunos de ellos, en una sola noche, perdieron cerca de treinta borregas, de las que aunque se podía rescatar mucha carne, nadie la quería consumir por temor a sufrir algún daño en su salud, o incluso correr el riesgo de convertirse también en un chupacabras.
En los meses en que este fenómeno del chupacabras se presentó, corrió por toda la república; incluso llegó hasta Centroamérica en donde se dieron varios casos, a los que una cadena televisiva norteamericana de habla hispana, les dio difusión mundial, con la espectacularidad con la que suelen hacerlo y esto, “de rebote” reforzó aún más el fenómeno que en nuestro país se presentaba; “ya daba temor salir de la casa y encontrarse al fiero chupacabras”.
LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO mediante conocidos maestros del área de biología, dio a conocer su punto de vista, esto después de hacer un pormenorizado análisis de lo que se estaba presentando y aunque su dictamen fue muy técnico y su planteamiento era soportado objetivamente con un alto grado de ele- mental lógica; la incrédula ciudadanía no se convencía, haciendo cuestionamientos con el pro- pósito de no aceptar que se trataba de perros “ferales” así llamados a los perros domésticos que regresan al estado salvaje, formando jaurías con uno o varios líderes y que se refugian principalmente en los basureros.
Por lógica que resultase la postura universitaria, no era aceptada por muchos, a los que les resultaba difícil de creer, ya que los acontecimientos en nada ayudaban para lograr convencer a una muy importante parte de la población. Por esos días se tenían testigos de la aparición de un león en la sierra; pero no un puma o león americano; se decía que este que había sido visto, tenía una larga melena y que su rugido podía es- cucharse a gran distancia.
¿Un león de melena en la sierra? ¿Un león africano en Querétaro? ¡Sí!, la primera que se topó con él, fue una ancianita que había salido a juntar leña y aunque nunca había visto a ninguno de estos animales; su puro instinto le dio la agilidad para tirar la leña y treparse a un árbol.
Cuando la ancianita llegó a su comunidad y dio aviso, salieron varios hombres, los que alcanzaron a distinguir al león, caminando lentamente y notaron a demás; que a prudente distancia lo seguían varios perros; pero de forma muy tranquila y sin ladrarle, los que vieron esto pensaron que el león mataba a los animales y les dejaba después de comer, los restos que sobraban a los perros, para que comieran ¡Por eso lo siguen! Decían quienes presen- ciaron esta rara conducta se los perros. Este león recorrió gran extensión de terreno en la Sierra Gorda, se le vio por el rumbo de San Joaquín, por Colón y con el tiempo trascendió que había sido visto muerto por Rio Blanco con rumbo a Xichu y quienes vieron su cuerpo, aseguraban; que efectivamente se trataba de un león africano; de aproximadamente dos años de edad y se concluyó que fue liberado por un irresponsable, que ya no lo pudo conservar como mascota.
Pumas, jaguar, león en la Sierra Gorda. Perros en basureros y tiraderos clandestinos, los llamados perros ferales que se reproducían en estado salvaje, al ser abandonados en la vía pública, o en los mercados, convirtiéndose en muy seria amenaza, como trasmisores de la rabia y que en la lucha por sobrevivir recobraban su estado primitivo, volviendo a sus orígenes con el temperamento de el lobo.
Estos perros con su instinto natural, que les permite una forma instintiva de organización con un liderazgo, luchaban por obtener su alimento y en las sombras de la noche se trasformaban en un solo ser destructivo y sanguinario “el chupacabras” hasta que sin hacer mucho ruido, surgió para contrarrestarlo, otro monstruo más sofisticado, formado por varios humanos, el “chupaperros” que los envenenó para acabar con ellos.