En los años 70 del pasado siglo, se conoció en un insólito reportaje difundido por la televisión a nivel nacional, que en las Filipinas, un médico llamado Tony, estaba realizando operaciones con sus propias manos, sin utilizar cortes de tejidos y sin dejar cicatriz alguna, ¡ni siquiera las huellas de que por ahí hubiese extraído impresionantes tumores! los que mostraba después de que con extraños movimientos los manipulaba hasta depositarlos ensangrentados en una vasija con un liquido rojizo.
En ese impresionante video, en el que las cámaras de televisión se acercaban al máximo al lugar de la operación, se apreciaba que estando el paciente plenamente consciente, ni se inmutaba cuando el tal Tony extraía de su abdomen grandes trozos de tejidos por entre sus dedos, que se movían presionando el vientre de una manera convincente, que daba la impresión de que verdaderamente sacaba las entrañas del operado y “les quitaba el mal”, y después de lavar los intestinos, los introducía nuevamente y al momento de quitar las manos ¡Milagro, no existía ninguna herida!
La difusión que a estas curaciones milagrosas, ¡realizadas con las manos! fue muy amplia y causó gran impacto, dividiendo las opiniones, porque algunos de inmediato consideraron a esto como un vil engaño; un fraude, porque estaba a discutirse de que el «Doctor Tony» tuviese la facultad de hacer milagros. Otros en cambio, fueron crédulos y consideraban posible una innovadora técnica “secreta” dominada por su ejecutor, aseverando “que con la fe todo es posible” y que las imágenes tan dramáticas demostraban sin lugar a duda, de que se trataba de un hecho real y que existía una cirugía innovadora que representaba muchas ventajas al no correrse el riesgo de la anestesia y que además la técnica era muy rápida y fácil, según se podía apreciar y no dejaba cicatriz alguna. ¡Tenía que ser esto muy bueno! Pero se realizaba exclusivamente en las Filipinas.
No pasaron muchos meses de la difusión de aquel video en el noticiero nocturno más visto de la televisión, “24 Horas“ el avalado por quien tenía tal credibilidad que se decía, “tiene que ser cierto, lo dijo Jacobo” y pocos meses después, en el mismo noticiero se informaba de la primera visita de Tony a nuestro país, visitando primero la capital y extendiéndose a los estados vecinos, y el fenómeno fue creciendo gracias a la fama lograda por la cantidad de pacientes supuestamente operados ya “exitosamente” en la ciudad de México.
Unas semanas después Tony ya no podía atender a todos los que demandaban de sus servicios, y llegaron refuerzos de Filipinas, iniciando varios recorridos al interior de la república, utilizando un muy bien planeado mecanismo de propaganda, el que a algunos les dejó claro, que desde el espectacular video inicial del noticiero, ya formaba parte de esa estrategia, pero para entonces se trataba de un verdadero fenómeno de credibilidad en la inocua forma de operar con las manos de los filipinos, y así entre gran expectación, visitaron por primera vez nuestra ciudad.
Como era de esperarse, los futuros pacientes se enteraron por medio de la propaganda, del lugar y día exacto, en que el milagroso Tony estaría disponible en Querétaro para la atención de sus males, resultando difícil conseguir un lugar en la consulta, por la gran demanda que ya era atendida por los asistentes del cirujano, quienes para ir adelantando, les pedían a los pacientes sus estudios médicos con que contaban, notándose su total desconocimiento, porque las radiografías no solo no las sabían interpretar, sino que las veían al revés. Por el idioma no existía ningún problema, todos los filipinos hablaban español, y una vez enterado Tony del padecimiento, el paciente era acostado sobre una mesa y sin importar la presencia de otros que nerviosos y expectantes aguardaban. Tony iniciaba su ritual con sus rápidos movimientos de manos, y de entre sus dedos sacaba de manera magistral los tumores, los sacaba al igual que los brujos sacan el mal del cuerpo de quienes previamente habían cubierto una cuota “voluntaria”, la cual fijaban sus ayudantes de acuerdo a la “gravedad de la enfermedad”.
Dice un dicho popular, que “el fregado va a todas” y muchos de los pacientes que acudieron, lo hicieron con la esperanza de encontrar la cura para sus males, al sentir que valía la pena probar, justificándose de que no existía mayor riesgo y que el costo no era tanto como lo que cobraban los médicos por sus servicios,( y que no era tanto como ahora) porque de esta manera se ahorrarían también el internamiento hospitalario, los medicamentos y todo lo que incrementa a una cirugía, aquí en cambio, entraban, pagaban, los operaban y saldrían tranquilamente caminando, como si nada.
Algunas personas “operadas” por los filipinos, ponían en duda lo que sus médicos les decían tiempo después, al continuar con su misma sintomatología, cuando pasaba la corta etapa de autoinducción a una salud artificial. ¡No Doctor! Es imposible que en esta nueva radiografía aparezcan las mismas piedras en la vesícula, si yo vi como me las sacaron y se le llenó la mano con ellas al Doctor y las arrojó en una charola, y yo escuche como sonaban al rebotar, ¡Y me dijeron que no me había quedado ni una sola! Señora, la radiografía tomada después de la supuesta operación, es igual a la de antes, sus cálculos son los mismos y están en el mismo lugar.
Fueron varios los casos en que los pacientes fallecieron, muy a pesar de las supuestas operaciones de los Doctores filipinos, que vinieron a Querétaro y que en una acción deshonesta y ruin, engañaron a un buen número de personas ingenuas y de buena fe, entre ellas, algunas muy cercanas que nos aseguraban “que la medicina filipina estaba muy adelantada, y que en el plan de estudios de la Facultad de Medicina de la UNAM, se deberían de agregar la materia de Cirugía con las manos” ¡Háganme el favor!
El bien estructurado fraude se prolongó por varios años, recorriendo varios países y esquilmando burdamente a muchos enfermos, y aunque algunos no lo crean, fue, que en una película del actor Jim Carrey que protagoniza a un cómico excéntrico, que enferma gravemente, acudiendo a todos los medios posibles y rematando con diferentes curanderos, entre ellos con los filipinos tan reconocidos años antes, por operar con las manos, existiendo una escena en la película; la última antes de morir, en que observa con suspicacia los movimientos de las manos y se da cuenta del fraude soportado en la habilidad manual para ocultar trozos de carne entre los dedos, muriendo supuestamente el protagonista, con una irónica e impotente sonrisa.
Tuvieron que pasar dos décadas de la visita a nuestra ciudad de esos charlatanes, para que por medio de una muy mala película, les quedara claro el fraude a aquellos que a pesar del tiempo trascurrido, se mantenían crédulos de las supuestas bondades de la cirugía filipina con las manos, que resultó ser ilusión y magia pura, pero que les dio a ganar miles de dólares.