En el mes de febrero de 1797, el Marqués de Branciforte Virrey de Nueva España, concede al Corregidor Ruiz Calado la autorización para celebrar durante cuatro semanas, “unas fiestas reales de toros para que con sus productos se inicie la construcción del paseo de la Alameda, y para el mejor lucimiento, las dichas corridas se realicen en la plazuela de San Francisco” y ocupando toda su extensión, que estaba limitada al oriente por el campo santo, al sur por la Capilla de San Benito, al poniente por la casa de don Melchor Noriega, y al norte por la Plaza del Recreo. En el centro de la Plaza del Recreo se retiró la fuente y se mandó poner frente al templo de la Santa Cruz, dejando el espacio libre para levantar el circo con sus vallas y contra vallas, sus escalones y cuatro puertas en las calles que a ella llegaban. En la parte alta de la Capilla de San Benito (hoy Gran Hotel) se construyó un gran palco, al igual que en la casa del Sr. Melchor Noriega, adornándose con una cruz y las figuras de un sol y letreros que decían: “Viva el Rey”, “Viva Querétaro”.

Pasadas las fiestas reales de toros, –en el mes de agosto del mismo año de 1797, el ayuntamiento -por la presión del pueblo inconforme- manda construir una fuente para reponer la que se había quitado, encargándole la construcción a don Francisco Eduardo Tresguerras, el que hizo el “mapa” y se encargó de la construcción, y la estatua de Neptuno la trabajó el Sr. Juan Izguerra, artesano escultor, que realizaba trabajos para los templos y, aunque sus obras quedaron en varios de ellos, principalmente en las fachadas, con el trascurrir del tiempo no quedó constancia, y no se puede afirmar con certidumbre cuales son de su autoría, aunque muchas se perdieron al ser retiradas por deterioro, y cabe el recalcar que la especialidad del Sr. Izguerra, fueron siempre las representaciones religiosas.

Al tener mucho apremio la autoridad, a la que se le reclamaba el haber retirado la fuente para llevar a cabo la fiesta de toros para los ricos, el señor Juan Izguerra, decide en economía de tiempo, el utilizar lo que sería un cristo de la columna, conocido como cristo flagelado, e improvisar con él al Dios de los Mares. La corona sin terminar se tornó en corona de algas, un brazo fue girado para sostener un tridente, y se agregó un motivo marino entre las piernas. Esto desde un principio fue muy notorio, pero con el tiempo la delgadez, la torción del cuerpo y el rostro de dolor, se vieron como una interpretación del señor Izguerra para su muy particular Neptuno.

Durante el gobierno del Sr. Don Francisco de Paula y Mesa, en su primer periodo – del 24 de agosto de 1847 al 10 de diciembre de 1849 – éste rico personaje, con sus recursos propios, compra la huerta del Convento de San Antonio, en cuya esquina se encontraba la Fuente de Neptuno, y derribando la barda perimetral, construye un mercado que entrega al pueblo con el nombre de: “Mercado de San Antonio”.
Durante ciento doce años, la Fuente de Neptuno permaneció en la esquina de la antigua huerta del Convento de San Antonio, después convertida en mercado, y en el año de 1909, con motivo del Centenario de la Independencia, el Gobernador Francisco González de Cosió, conjuntamente con los gobiernos de varios estados, mandan construir el monumento a doña Josefa Ortiz en los terrenos del mercado de San Antonio, retirando la parte central de la fuente, ya que se le eliminaron sus laterales por carecer de espacio en su nuevo lugar, ahora del Jardín de Santa Clara, en la esquina de las antiguas calles de: Locutorios y Primera de Santa Clara – hoy Allende y Madero – sitio en donde se conserva hasta el día de hoy.

Pasaron muchos años en que la Fuente del Neptuno se admiraba como una parte representativa de la grandeza de nuestra ciudad y, salvo inocentes bromas estudiantiles, como era el ponerle un sombrero de petate o lentes oscuros, por iniciativa de inquietos muchachos, que en dos o tres ocasiones a lo largo de tres décadas las realizaron, y esto siempre sin causarle ningún daño. Después los tiempos cambiaron, y la fuente que sirvió como elemento central en la imagen de un gobierno, que la tomó como emblema, con muchos años de dar servicio brindando agua a mucha gente del rumbo, –como a los taxista del Sitio Santa Clara que con ella lavaban sus vehículos–.Con el arribo a nuestras tierras de algunas personas depredadoras a finales de los 80s, por primera vez el Neptuno fue vandalizado al “decapitarlo” y desprenderle su brazo derecho, en un acto irracional de destrucción, para después abandonar los pedazos por diferentes rumbos.

La condena popular fue manifiesta y se mostró gran descontento por esta mala acción, interviniendo las autoridades para lo que afortunadamente se dio –el rescate de las piezas faltantes – esto a través del apoyo de la gente. Y para tranquilidad de los ciudadanos, las autoridades hicieron pública su intención de hacer una “restauración profesional” comentando que, “especialistas italianos realizarían una meticulosa reparación”, lo que fue puesto en evidencia por hábil periodista, al descubrir que el Neptuno se encontraba en el taller del maestro Domingo, muy prestigiado escultor, en la vecina Santa Rosa Jáuregui, lo que puso en evidencia de que no estaba siendo reparado por especialistas extranjeros, y se encontraba a veinte kilómetros de distancia y no en Italia como se hacía creer.

Previsoras las autoridades, pensaron en reponer la obra del escultor Juan Izguerra por una escultura metálica, pero desafortunadamente con muy mal resultado, porque siendo en apariencia una réplica exacta, ante la vista se representa como un Neptuno más escuálido, más delgado que el original, el que para preservarlo se instaló en el patio del histórico edificio del Ayuntamiento, en donde con frecuencia es cubierto con mamparas utilizadas en los diferentes actos culturales que en ese lugar se realizan.

Son ya doscientos veinticinco años, en que terminada la fuente por el celayense José Eduardo Tresguerras, y la que se pensó dedicarla al poderoso Dios de los mares, al mitológico Poseidón, el que es representado mundialmente como un ser de gran corpulencia, musculoso, erguido y siempre de frente, con su tridente como instrumento de poder, siendo esta imagen de conocimiento universal. ¿Entonces qué sucedió en nuestra ciudad?, ¿Por qué un Neptuno retorcido de dolor, con la boca abierta y un rictus de agonía? Con un cuerpo sumamente delgado, a cuyo tórax se le pueden contar las costillas, notándosele su cabeza hacia atrás, el brazo izquierdo en posición de apoyo en algo inexistente, y el derecho con agregados en el hombro y recortes en el codo para que forzadamente sostenga el tridente.
Lo abultado en la corona de supuestas algas marinas, simula un casco con su trenzado como resultado de la inacabada corona de espinas, o de un agregado que deja ver como se cambia el destino de la escultura y se utiliza lo trabajado manteniendo la disposición tradicional de las espinas entrelazadas, para formar la corona del martirio inacabada, y que por la disposición parece sobrepuesta como se hacía con frecuencia ante la rotura o fractura de la piedra, y se terminaba con un “injerto” pegado con un material cementante, mezclado con polvo de la misma piedra molida. Parches que solo el ojo experto y conocedor podía distinguir.

El gran pez o “moustro marino” que está a sus pies, es otro agregado de diferente piedra, para que con su integración al supuesto Neptuno, se justifique la interpretación muy particular de su autor y, que se puede pensar, que por la premura por hacerla para tranquilizar al pueblo inconforme, ante el retiro de la pila de la Plaza del Recreo, obligó a reutilizar lo que se tenía en el taller de un Cristo de la Columna, adecuándolo más o menos a los solicitado, o que don Juan Izguerra – su autor – no conoció como era la interpretación general del rey de los mares.

Con lo que en apariencia la estatua quería representar originalmente, y que a todas luces es un Cristo flagelado, o de la caña, conociéndose también como el Cristo de la Columna, el profesor Loarca Castillo, cronista de Querétaro, culto y sensible artista, conocedor del arte religioso, lo llegamos a comentar en algunas ocasiones, estando él de acuerdo de la improvisación de la escultura, para transformarla forzadamente en el Neptuno, y tiempo después en el libro titulado: “Acuerdos Curiosos” del monje anónimo del Convento de la Santa Cruz, conocimos el nombre del escultor que la había trabajado – el Sr. Juan Izguerra – cuyo apellido fue confundido y opacado por el de Eduardo Tresguerras, al que por mucho tiempo y por desconocimiento, se le atribuye la autoría tanto de la fuente como de la escultura. Pero no es así, el afamado Arquitecto Tresguerras solamente diseño la fuente original.

Por Jaime Zuñiga Burgos

Queretano por nacimiento, Jaime Zúñiga Burgos cuenta con una muy amplia trayectoria en actividades políticas, sociales y culturales. Su formación de médico cirujano y licenciado en derecho, así como sus estudios de maestro en administración pública lo enfocan al humanismo. Lo mismo ha recuperado valiosas piezas arqueológicas que ha rescatado, importante documentos para la historia de México como el testamento original de Doña Josefa Vergara y Hernández, el decreto del presidente Benito Juárez para el cambio del sistema de medidas en la Republica, las mercedes de aguas del pueblo de Querétaro entre otros. Además de la ubicación de los restos del Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana en la iglesia de San Hipólito en la capital de la Republica. Preocupado por la pérdida de documentos de Querétaro junto con otros distinguidos académicos, fundó Preserva Patrimonio A.C. organismo creado para el rescate de nuestro patrimonio histórico. Actual Cronista del estado de Querétaro

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