Después de doscientos años, durante los que muy poco se conoció de nuestros orígenes como población, al contarse con escasos datos que pudiesen darse como ciertos, aparece por estos rumbos, un fraile predicador, misionero apostólico, hijo del Colegio de la Santa Cruz de esta ciudad, en donde fue guardián y cronista de la santa Iglesia de la Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, así como de todos los Colegios Apostólicos de la Nueva España, teniendo entonces el honroso encargo de calificador y revisor del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, así como; ser fundador y primer presidente del colegio de San Fernando de México.– “Fue un religiosos muy ejemplar, de sólidas virtudes y sabios consejos, de gran literatura y raros talentos”,– según lo refiere don Joseph María Zelaá e Hidalgo en sus “Glorias de Querétaro” y cuyo nombre de ese personaje era Fray Isidro Félix Espinoza.
Al padre Isidro Félix Espinoza se le reconoce como–“el creador de la historia de Querétaro”,– porque a él se deben los aportes que vinieron a llenar “los vacios existentes” ante la ausencia de documentos, los que fueron suplidos con deducciones o con testimonios, cuando ya habían trascurrido más de dos centurias, documentos en donde quedaba de manifiesto su gran sentido religioso, autoritario y dogmatico, por ser producto del representante de la Santa Inquisición, la que mantenía el monopolio de la verdad, “aunque esta tuviese que ser fabricada”.
Lo primero que se tenía que dejar puntualmente apuntado, era el origen; el lugar en el que se había realizado la mítica batalla de la conquista, requisito indispensable para que se dieran los hechos gloriosos, en los que se tenía que demostrar la fuerza del Rey de España, al que después se le cobraría el servicio con títulos y Blasones, o con concesiones que significarían estatus, prestigio y riqueza. Como también era fundamental la presencia divina.
Una vez escogido el cerro del Sangremal como el lugar del combate, y al ser este conquistado, pasaba a estar bajo la posesión del conquistador. Y la fecha que resultaría ideal para fines religiosos y para ubicar en la historia con toda precisión el día glorioso, en que, en nombre del Rey y de Dios, asumían la gran responsabilidad evangelizadora y siendo Santiago Matamoros el patrono y libertador de España, que mejor día que el 25 de Julio para rendirle un homenaje. Por crónicas y relatos que suponían la fecha de fundación en 1528 y existiendo otras más próximas del año de 1545, lo mejor sería un día que mediara entre ambos extremos, y se escogió el 25 de julio de 1531, día del santo patrono.
Siguiendo la premisa fundamental del “Teocentrismo”, el padre Fray Isidro Félix Espinoza, se deja llevar por su gran religiosidad, y como hombre culto, matemático y con recursos literarios, sintiendo la autoridad que le confería ser miembro del tribunal del Santo Oficio y “Censor” de lo que resultaba permitido al conocimiento de los habitantes de la Nueva España, con una gran inspiración, suple a la investigación responsable y le impone a nuestra historia eventos fantasiosos y fechas arbitrarias, las que no encuentran ningún antecedente de hechos milagrosos, en los documentos existentes; ni en México ni en España.
La mayoría de los historiadores que se han ocupado en el tema de los orígenes de Querétaro, se manifiestan por una conquista real y una posterior y “progresiva” fundación, esto, tomando como elemento fundamental lo relatado por don Diego de Tapia a Hernando de Vargas, en el año de 1582, sobre los supuestos méritos de su padre, conocido como don Fernando de Tapia, testimonios en los que se le da todo el mérito de la conquista de Querétaro, y que son soportados en hechos manejados parcialmente, olvidando la participación fundamental de don Juan Sánchez de Alanís, al que no se menciona en ningún momento, y que fue quien se esforzó por lograr la pacificación y el bautizo de los indios naturales, no demostrando nunca ambición por el poder, como si lo hicieron los de la familia Tapia, de manera tan ostensible, que el propio Diego de Tapia fue desconocido como gobernador de los indios y se le dio por cárcel, la ciudad.
Para los europeos, el relato de lo supuestamente acontecido el 25 de julio de 1531 en el cerro del Sangremal, no les causaba extrañeza alguna, porque esta historia les era muy familiar; el patrón de España los había liberado de los moros, que por siete siglos los dominaron, y se había convertido desde su aparición, en su nuevo protector, inclinando a su favor muchas batallas, apareciendo en el cielo en el momento más oportuno, y en gratitud, se le dio su nombre a Santiago de Compostela, Santiago de Lima, Santiago de Chile, Santiago de Cuba y Santiago de Querétaro.
Tampoco figura ningún hecho sobrenatural o milagroso, en lo escrito por Antonio de Herrera o por Francisco Ramos de Cárdenas en su informe al Rey en el año de 1552, documentos conocidos por don Isidro Félix Espinoza, después de dos siglos de haber sido escritos, y sintiendo que algo faltaba, el padre Espinoza tomó la iniciativa de enriquecer la historia de Querétaro, con “un relato milagroso”, con propósitos evangelizadores, señalando la aparición del Apóstol Santiago, “después de más de once horas de fieros combates, logrando que con su milagrosa aparición y su presencia en el cielo, los indios decidieran bautizarse 24 horas después, el día 26 de julio de 1531”.
Es el padre Isidro Félix Espinoza, a quien se le atribuye el inicio de la veneración de la Santa Cruz de piedra, de la que los primeros franciscanos; de lo que posteriormente sería el Convento de la Santa Cruz, no tenían noticia alguna de su existencia, y es hasta el año de 1610, en que esto se conoce por las crónicas del padre Larrea; que es el primero que se ocupa de ella.
Fray Alonso de Larrea, escribe, sobre los movimientos y el supuesto crecimiento de la Santa Cruz de Piedra, “explicable solo por un milagro”, y es el padre Larrea también, quien alienta la construcción de una capilla para guardarla. Para ese año de 1610, ya existía parte de la construcción de lo que sería después el Convento de San Francisco, dejando muy en claro, que en el cerro de Sangremal, ochenta años después de la fecha impuesta por el padre Isidro Félix Espinoza, aun no existían, ni el Templo de la Cruz, ni la capilla del Calvarito, a la que se le señala como el primer templo erigido en la ciudad.
Posterior a la determinación del padre Isidro Félix Espinoza, de imponer por decisión propia, la fecha del 25 de julio de 1531, trascurrieron otros cien años, en que: primero, la tradición popular la dio por cierta y los historiadores como Zelaá e Hidalgo; sacerdote, don Valentín F. Frías, hombre conocido por su gran religiosidad, don José Rodríguez Familiar, el Lic. Don Manuel Septién y Septién, continuaban reproduciendo la leyenda fundacional, tratando de lograr su permanencia, a través de su legitimización. Es hasta fechas muy recientes, en que los historiadores, con nuevos elementos, la toman como tal, como es, “una leyenda”. Sin menoscabo alguno, de lo que aportaron todos, quienes en el pasado se ocuparon de la Fundación de Querétaro, y que dejaron muy amplias contribuciones a pesar del escaso material existente, lo que justifica de alguna manera, que en muchos de los casos, la circunstancia los obligó a la “deducción lógica histórica”.