
«La Peña de Bernal, un sitio lleno de misterios y cultura»
Viajar a la Sierra Gorda queretana en los años cincuenta no era nada fácil, por las múltiples complicaciones que representaba la falta de un camino cierto. Con las lluvias, el trazo carretero variaba de un año a otro, y a ello había que agregar los derrumbes y las crecidas de los ríos que de pronto se hacían imposibles de cruzar; en ocasiones había que esperar con paciencia franciscana, sentados en una piedra o dormitando bajo un árbol, a que se liberara el paso. Aunado a todo esto, existía el riesgo de toparse con gente armada, que si no estaba de buen humor podía ocasionar momentos nada gratos.
En esos años, era toda una hazaña llegar a un pueblo cuya característica principal era el cobijo de un gran monolito conocido como “La Peña”. Contadas personas podían verse caminando por sus calles y por su pequeña plaza, junto al templo de San Sebastián. Había escasos comercios, apenas los suficientes para satisfacer el autoconsumo, y una quietud tal que permitía escuchar el golpeteo de los rudimentarios te- lares de madera. Incluso comprar un refresco costaba trabajo, porque las tienditas cerraban para atender otros menesteres. Por su proverbial quietud, el sitio preparaba mentalmente al viajero para la aventura de un viaje al poco explorado norte de nuestro estado. Bernal resultaba fundamental como punto de partida a la ida, y como sitio seguro al regreso, porque después de aquí todo resultaba fácil y cercano.
¡Cuántos recuerdos guardamos de aquel pueblecillo pintoresco! Promovido por algún lugareño, pronto se convirtió en el sitio más representativo de nuestro México, porque era ideal para el rodaje de películas, y los cineastas encontraron todo lo que buscaban en esa pequeña y bella superficie del territorio nacional. Mención aparte merece su gran peña, misteriosa y mágica, punto de referencia para el encuentro ritual de nuestros antepasados, que en ella dejaron gran cantidad de ofrendas; por sus características, estos vestigios demuestran la confluencia de pueblos muy distan- tes, pero con costumbres y tradiciones similares.
La gran Peña se considera el guardián protector de los habitantes de nuestro semidesierto, pueblos olvidados por centurias y muy recientemente autorrevindicados al hacer notar su existencia y su sabio sentir en la Asamblea de la UNESCO, la que por aclamación los reconoció y les dio cobijo al nombrar sus capillas familiares como Patrimonio de la Humanidad, y sus costumbres y tradiciones como parte del patrimonio intangible de los pueblos indígenas.
Es un pueblo mágico por su propia historia fundacional, historia multicentenaria en que la descendencia de las familias originales continúa habitando el lugar, conservando tradiciones leyendas, secretos y sentimientos que permanecieron bien resguardados hasta años muy recientes, cuando de manera por demás generosa decidieron compartir con extraños la riqueza de sus costumbres y su forma de vivir, y se trasformaron en excelentes anfitriones. De buena gana, los pobladores abrieron las puertas de sus casas, que en corto tiempo fueron insuficientes por la gran respuesta de quienes, junto con ellos, compartimos el gran privilegio de vivir en Bernal y conocer sus misterios.
¡Sí! Misterios a granel, pinturas rupestres en lugares que afortunadamente pocos conocen, restos de cerámica y piedra labrada, ídolos de diversos e interesantes orígenes, que merecen ser estudiados por los especialistas. El centro ceremonial conserva muchos de los rituales prehispánicos, agregando otros, producto de la catequización u adoptados artificialmente de la modernidad; afortunadamente, la mayoría conserva su forma primigenia, resguardados por las mayordomías celosamente ejercidas, acorde con los ritos y las tradiciones heredadas.
¡Cuánta riqueza tenemos en Querétaro! Y en Bernal esto es notorio; abunda de todo: historia, tradición, magia, valores y hasta “energía cósmica”, sin pasar por alto la protohistoria, lo que existía antes de lo que conocemos como historia y que han estudiado autores como Mariano Amaya Serrano y Alberto Carrillo Briones. En la literatura del lugar, Edgardo Cabrera Delgado se inmortalizó al emprender el nada fácil trabajo de escribir sobre su pueblo, en el legado amplio y reconocido de sus obras, sobre las costumbres, leyendas, historias y tradiciones de Bernal.
Hablando de misterios, comentaré a ustedes que hace un tiempo el Lic. Edgardo Cabrera fue nuestro guía para conocer una cueva, que en determinado lugar —¡secreto, desde luego!— penetra en las entrañas de la peña a través de un túnel con desniveles descendentes para, después de varios metros, llegar a una parte amplia, con tierra bien aplanada y sin piedras en el piso, en donde se encuentra un gran ídolo de piedra negra y de tamaño natural, representando a una mujer pariendo. ¡Otro enigma bernalense!