En el grueso muro de la huerta del Convento de la Cruz, existe un gran hueco, y a su lado una placa, que indica, que “la mañana del día 15 de Mayo de 1867, por ese lugar penetraron las fuerzas republicanas para tomar el que era entonces el cuartel de Maximiliano”. Dicha placa fue puesta, durante el gobierno del Ingeniero Francisco González de Cosío, y muy cerca; a unos cuantos pasos, se construyó un obelisco, con las mismas características del otro que se erigió, en donde Maximiliano rendía su espada al General Mariano Escobedo, en el Cerro de las Campanas.
Muy conocido era por la población, que el ejercito “Supremos Poderes” del Ejercito Republicano, con un cañonazo, que derribó parte del muro, había penetrado al Convento de la Cruz, para capturar a Maximiliano, pero resulta que esto es incorrecto, y producto de la fantasía popular. Como también lo es, el lugar que actualmente se marca en el muro, porque el sitio en que este se encuentra, esta a varios metros del original; el que fue tapado, cuando se realizaron los trabajos de reparación de los daños causados al convento y a sus alrededores, por los cañonazos que lo habían dejado en la ruina.
De los capítulos de nuestra historia, es sobre el segundo imperio; el de Maximiliano, del que “corrió mucha tinta” y de lo que se ha escrito más; tanto en nuestro país, como en el extranjero; con fieles testimonios de primera mano, por los protagonistas; algunos con argumentos muy controvertidos; como el de la traición del Coronel Miguel López, y que veinte años después del sitio, seguían causando serios resentimientos, al herir el orgullo militar, cuestionando el supuesto mérito al señalar; que Querétaro había caído gracias a una traición, y no “por un glorioso hecho militar”.
Veinte años despues de de aquel 15 de mayo de 1867, el general en retiro, Mariano Escobedo, dirije una extensa y pormenorizada carta al presidente Porfirio Díaz en la que refiere las entrevistas con el coronel Miguel López en la finca de La Purisima y en las que se pacta la entrega de la plaza y la rendicion de Maximiliano para la madrugada del señalado día 15, comicionando el general Escobedo a uno de sus mandos para que acompañase al coronel López y garantisara la vida de Maximiliano, pero tambien para evitar una traición.
Uno de los principales protagonistas y persona muy cercana al Emperador, era un teniente de artillería, bajo las órdenes del jefe de artilleros Coronel Ramírez de Arellano, su nombre; Alberto Hans, quien pocos años después de los acontecimientos, publicó en Europa sus memorias en francés, con el título “Querétaro, Memoria de un oficial del Emperador Maximiliano”, documento sumamente valioso, en que con gran responsabilidad histórica, relata los acontecimientos que se dieron durante el sitio de Querétaro, los que aborda con imparcialidad, relatando las actuaciones de ambos bandos; los republicanos y los imperialistas.
El testimonio más fiel de los acontecimientos sucedidos en el convento de la Cruz, es sin duda el de Alberto Hans, el teniente de artillería que vivió muy de cerca el drama de la caída de la plaza, por estar en la madrugada del 15 de Mayo de 1867, ¡precisamente! en la tronera, por la que el Coronel Miguel López, con engaños, al decir, “ que los soldados que lo acompañaban eran el refuerzo de infantería” y le ordenó a Hans, “retirar la pieza de artillería de a 8” la que se encontraba precisamente en donde se habían retirado las piedras, para poder disparar contra los cerros del Pathé, al cuartel de Escobedo; porque desde el panteón del mismo convento, disparaban los cañones su fuego al cerro de carretas (hoy Loma Dorada y Milenio).
Eran las dos de la madrugada de aquel día, cuando estos acontecimientos se daban, y que son reseñados puntualmente por el teniente Hans, sin dejar ninguna duda del mal proceder del Coronel Miguel López, que penetraba a esa hora por el orificio del muro y –“sin disparar un solo tiro”– ¡menos un cañonazo!– Y es la voz de Hans que dice;– “Resolví hablar con López inmediatamente, pero en el momento de bajar de la plataforma, un centinela que yo no había notado desde luego, me dijo con energía ¡Alto ahí!”– refiriendo Hans en estas líneas; que descendía de la plataforma construida, para dar a las piezas de artillería la altura apropiada de tiro, poniéndola al ras del orificio que servía de tronera, orificio por el que el Coronel López y sus acompañantes se introducen “poniendo unos adobes a manera de escalera, obtenidos de las construcciones vecinas destruidas”.
Continúan Alberto Hans su relato diciendo: “De repente me pareció oír pasos rápidos, que se dirigían hacia la plataforma, e inmediatamente el Coronel López, a quien conocí por su uniforme bordado en plata, se presentó frente a mí, yo lo salude, él me dijo rápidamente señalando a la tropa que lo seguía, aquí esta su refuerzo de infantería, despertad luego luego a vuestros artilleros, mandad retirar esta pieza (cañón) de su tronera y de oblicuarla a la izquierda, pero pronto”.
Se trataba del compadre del Emperador quien daba esa ordenes, además de ser el Comandante de los Dragones de la Emperatriz Carlota, al que todos los sitiados conocían, no podía haber motivo de desconfianza, y uno a uno, los soldados que lo acompañaron, penetraban al convento, desarmando a la mayoría cuando todavía dormían, y esto se realizaba por la tronera para la artillería que dirigida al nororiente, con seguridad fue, que desde ese lugar, se disparó la famosa granada que motivó el conocido hecho heroico del Soldado Damián Carmona.
Con todo lo anterior, no cabe duda, de que ese gran orificio perfectamente redondeado, dando una forma de arco invertido, es históricamente un lugar de mucha importancia y gran significado nacional, y así lo comprendieron las autoridades, las que ya una vez tapado decidieron “rehacerlo” nuevamente; cuando ya el muro estaba restaurado, pero equivocando la original ubicación por causas desconocidas, porque el original “la antigua tronera” estaba a unos cuantos metros y se puede ver caleramente, por el acomodo de las piedras y poniendo un poco de atención.
–¡Ni cañonazo para entrar al convento!– Ni tampoco ningún disparo; según afirman todos los que a la caída de Querétaro se refieren, y que el más fiel de los testimonios, el de Alberto Hans; a través de sus memorias, deja muy claro, para despejar dudas, –¡porque él estaba ahí!– El cañonazo fue producto de la fantasía bélica popular, siguiendo a esta fantasía, la gran equivocación de las autoridades al “rescatar” lo que era entonces el lugar por donde penetraron los que tomarían en custodia a Maximiliano, escogiendo caprichosamente el sitio para que estubiese cercano al obelisco, el orificio del supuesto cañonazo ha cambiado dos veces y ¡en otro lugar!.
La realidad histórica es una, y la leyenda, por ser mas espectacular, termina por ser lo mas conocido. Ese día el único tiro que se registró, fue el que hirió a Miramón en la cara.