Conversar con Don Pedro Séptien Orozco, siempre aportaba grandes datos, la mayoría, pocos conocidos, porque el los tenía documentados en sus cartas familiares de sus antepasados, las que con mucho celo guardaba como artículos muy valiosos, por eso nunca hablaba sin fundamento, lo que él decía lo podía demostrar, por eso su gran conocimiento de nuestra historia -particularmente la de Querétaro- y esto, porque su familia, sus antepasados, fueron protagonistas de la misma.

Fueron muchas ocasiones, más no las que se hubiesen deseado, en que platicamos con Don Pedro en la casa de Hidalgo, frente a la capilla de indios de “Sanantoñito”. El tiempo no alcanzaba para que una vez que iniciaba un tema, lograra llegar al momento de ya no conocer algún dato más, y esto gracias a que nuestro personaje era un ser fuera de serie, con una memoria increíble, !De verdad asombrosa! La que durante toda su vida manejó en su profesión como cronista deportivo, con más de 70 años de ejercicio y siempre fue el mejor.

Don Pedro Septién Orozco “El Mago”, en su profesión tenía dos facetas, en su muy productiva vida, la más conocida y dedicada a las grandes masas que conforman los aficionados a los deportes, como el boxeo, la lucha libre, el béisbol y otra muy particular y poco conocida como cronista de billar, y en todas siempre fue el número uno, incluidos los cronistas extranjeros que le reconocían su gran capacidad y prestigio.

El Mago se lo ganó a pulso, y fue muy difícil sustituirlo cuando decidió retirarse, teniendo que tratar de igualar su voz con locutores como Toño de Valdés y Enrique Burack. La voz de ambos se le parecía un poco, pero en cuanto a conocimientos y capacidad retentiva a detalle, como damos cuenta en mi libro de “Personajes del Centenario en Querétaro”, en el cual se relata, como ni las computadoras de mediados del siglo pasado, tenían tantos datos del beisbol como la memoria de Don Pedro “El Mago Septién”.

Su brillante carrera como cronista deportivo, es muy conocida, por lo que varios estados de la república le ofrecían la pertenencia adoptándolo como hijo distinguido. Muchos estadios y auditorios deportivos llevan su nombre. Fue objeto de múltiples reconocimientos que no cualquiera logra, como ser tres veces el ganador del micrófono de oro, que se otorga al mejor cronista de habla hispana. Miembro del salón de la fama, y pocos saben, que Don Rómulo O’farril, le daba un cheque en blanco para que el pusiera la cantidad con la condición de que transmitieran la serie mundial de béisbol.

Emilio Azcárraga Vidaurreta, Alejo Peralta, siempre lo reclamaban como cronista, porque sabían que era una garantía de resultados, y cuando en una ocasión le obsequiaron un auto último modelo, !Lo guardó en su cochera! porque siempre viajo en transporte público. Lo del auto nuevo guardado sin utilizarlo, y el seguir viajando en autobús, tranvía, trolebus y después en metro, nos deja ver el carácter muy centrado de este señor que gozaba de fama internacional, y además, que era el mejor en su profesión, por eso incursionó en el cine nacional, se consagró como figura de la radio y cuando la hubo, en la televisión hasta su retiro en plenitud de facultades y después de 70 años de trabajo.

Si todo lo anterior es parte de la vida de un personaje público muy reconocido, en su vida privada siempre fue muy prudente y reservado, esto, por formación familiar, ya que sus orígenes son de una familia de mucho arraigo en Querétaro, principalmente al descender de un protagonista de nuestra historia -El alférez real Pedro Antonio Septién Montero y Austri- que emparentado con los herederos del Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana, Marqués de la Villa del Villar del Águila, del que se desprende muchas ramas en su árbol genealógico, que resulta el más extenso de la entidad, al contemplar a muy conocidas familias.

Orgulloso de sus orígenes nobles, se interesó por investigar sobre sus antepasados -los Septién Montero y Austri, o Septién y Villaseñor-. El primero, alférez real y señor de gran capital, que de su propio peculio mandó acuñar las monedas conmemorativas para la jura de Fernando VII, y fue parte fundamental de las juntas conspirativas con el corregidor Miguel Domínguez. De los descendientes del alférez real, varios ocuparon importantes cargos en la administración y dos la gubernatura, y todos dejaron documentos, que por diferentes motivos, -principalmente las frecuentes invasiones de los rebeldes-, fueron guardados de manera familiar.

De esos muchos documentos históricos, se dio un fenómeno muy natural, ya que se fueron atesorando por varios miembros de las familias Septién, Fernández de Jauregui, González de Jauregui, Loyola principalmente, y muchas de las cartas y documentos están dispersos dentro de la misma familia, como documentos epistolares que se resguardan con gran celo, por ser testimonios históricos de la familia.

De los documentos que tenía en su poder Don Pedro Septién Orozco, uno le movía una gran inquietud, la de lograr que, además del ya ganado prestigio como nuestro benefactor, los restos del Marqués, lograran recuperarse para ser traídos al lugar que se merece, al darle el agua a Querétaro y al haberlos rescatado del olvido, darles el trato que se merecen en un lugar digno -El Panteón de los Queretanos Distinguidos-.

El documento del que comentamos varias veces con Don Pedro, contenía importantes datos históricos, que justificaban, el que el señor Marqués Don Juan Antonio de Urrutia y Arana, fuese sepultado en el templo histórico de San Hipólito, por el gran significado que para los nobles tenía este lugar, en el que Hernán Cortés mandó construir una ermita para recordar a los mártires de la noche triste.

Este templo de San Hipólito por su historia, era el de mayor demanda para actos religiosos de la nobleza desde que se había iniciado en 1599 y se terminaría en 1740 muy cercano al Paseo de la Alameda, por lo que, a la muerte del Marqués, y después de la Catedral y de la Iglesia de Guadalupe, San Hipólito era el más solicitado.

En los documentos y con el estilo no muy preciso de la época, se afirmaba del depósito del cuerpo de Don Juan Antonio de Urrutia en lugar cercano al presbiterio, y no se conoció nunca su exhumación por familiares o autoridades.

Durante varios meses, nuestras conversaciones versaban sobre lograr localizar los restos de tan ilustre personaje, se consultaron otros documentos al respecto, algunos localizados por un familiar cercano a Don Pedro, el historiador Lic. Manuel Septién y Septién, que al igual, y durante décadas, investigó sobre nuestro pasado y sus protagonistas, y por ser parte de la gran descendencia familiar del Marqués, ya que de manera directa, al no tener hijos, lo excluía de darle trato como el origen de varias familias muy conocidas que con los años resultaron emparentados entre sí.

La consulta de los documentos familiares, la visita a archivos parroquiales y el registro de las inhumaciones del templo de San Hipólito, el cual desafortunadamente la etapa de interés se había perdido, e incluso en documentos del hospital anexo, tratando de localizar alguno que aportará datos de la ubicación de los restos del Marqués, que con certeza se puede afirmar que ahí fue sepultado en el año. Se llegó un momento en que, por razón lógica, al estar muy reciente la localización de los supuestos restos del mensajero de Doña Josefa, Ignacio Pérez, cuyos restos en 1894 el entonces gobernador general Rafael Olvera, mandó a arreglar su sepultura en el templo de Santa Ana, dejando perfectamente bien señalado mediante una lápida quién se encontraba en ese lugar. Posteriormente, en busca de espacio, los diferentes párrocos y encargados del templo, exhumaron irresponsablemente varias tumbas para lograr la venta de espacios, y entre los enviados a osario común se fueron los restos de Don Ignacio Pérez. Años después, el párroco y un diputado, seleccionaron los mejores huesos, para que recibiera el reconocimiento como los del ilustre mensajero de la libertad.

!!!!!!!!NOOOOOOO, CHAVOO!!!!!! Eso ni lo digas.

Don Pedro, yo nada más le estaba informando lo que aquí aconteció.

Don Pedro falleció, la ciencia resultaría imposible para localizar los huesos del Marqués, pues no existe forma de compararlos al no tener descendencia directa, y seguirán igual destino que los del corregidor Miguel Domínguez, que se perdieron en la Villa de Guadalupe, y nos trajeron a su hijo Mariano, con los del Marqués será lo mismo, se perdieron en el histórico templo de San Hipólito.

CON AFECTO PARA OLGA SEPTIÉN Y EN RECUERDO DEL BUEN “PITER” : Don Pedro “El Mago” Septién y los restos del Marqués

Por Jaime Zuñiga Burgos

Queretano por nacimiento, Jaime Zúñiga Burgos cuenta con una muy amplia trayectoria en actividades políticas, sociales y culturales. Su formación de médico cirujano y licenciado en derecho, así como sus estudios de maestro en administración pública lo enfocan al humanismo. Lo mismo ha recuperado valiosas piezas arqueológicas que ha rescatado, importante documentos para la historia de México como el testamento original de Doña Josefa Vergara y Hernández, el decreto del presidente Benito Juárez para el cambio del sistema de medidas en la Republica, las mercedes de aguas del pueblo de Querétaro entre otros. Además de la ubicación de los restos del Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana en la iglesia de San Hipólito en la capital de la Republica. Preocupado por la pérdida de documentos de Querétaro junto con otros distinguidos académicos, fundó Preserva Patrimonio A.C. organismo creado para el rescate de nuestro patrimonio histórico. Actual Cronista del estado de Querétaro

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