En el año 2006, publicamos el libro «ANECDOTAS Y LEYENDAS DE QUERÉTARO» en el que recogíamos algunos pasajes de conocidos personajes, que como protagonistas de hechos dignos de ser escritos, merecían ser publicados para disfrute de los queretanos. En este libro, -que va en su tercera edición- aparecen políticos y muy conocidos personajes de nuestra ciudad, que por su presencia todo mundo conocía y entre ellos y por conocerlos muy bien, se incluyeron dos personajes diferentes, Felipe «el de los patines y al que identificábamos como Flynn, cuando vivía protegido por el herrero Oviedo en su taller de Circunvalación -hoy Tecnológico- y que encontrábamos con frecuencia en el mercado Hidalgo, en los jugos de JUANITO. Y escribí lo siguiente:
El recuerdo se remonta a no menos de 40 años. Su presencia en las calles de Querétaro comenzó a notarse como una persona menudita, de cráneo pequeño, grandes dientes frontales, torcidos y amarillentos, con labios gruesos y protuberantes, sobre todo el inferior, nariz mediana y unos ojos claros y brillantes; siempre vestía con ropa de talla mayor a los de su pequeño y frágil cuerpo, saco formal de vestir, a todas luces heredado por persona mayor, lo que puede dar claridad en cuanto al origen de este “niño”. El eterno niño conocido sólo por el mote irónico del “actor galán de Hollywood, Errol Flynn,” espadachín irresistible para las damas de los años 30. Este mote no despojado de cierta ironía traviesa estudiantil, en mucho se debe al licenciado Jorge Hernández Palma.
Flynn es parte de Querétaro desde hace muchos años, y con su candidez y ternura, siempre se ha relacionado con la sociedad de una forma natural e ingenua para pedir, ¡no limosna! porque su estilo, en medio de su desgracia, es de dignidad. Tiene un estilo propio, muy particular, vive en su mundo que se limita a lo mismo cada día, durante muchos días y durante todo el tiempo que le ha tocado vivir. Aparecer muy temprano por las calles del Mercado Hidalgo, sin poder definir de dónde, de pronto ahí está, recorriendo la Av. Hidalgo hasta Ezequiel Montes, y confundiéndose entre la gente que por las mañanas acude de compras al mercado, a las cuales acercándose tímidamente, ya sea a los que toman un jugo, para con tierna mirada y grandes dientes, ocasionar a algunos ternura, y en otros rechazo. Según se vea, la ternura e ingenuidad de sus ojos, o lo deforme y sucio de sus dientes.
Cuando alguien le llega a invitar un jugo, en el puesto de Juanito, lo toma con avidez y después de unos tragos, dice que ya le cabe más al vaso, indicando que le pongan más. Con el jugo en el estómago camina entre los puestos y nunca falta quien, locatario o cliente, le proporcione lo que podría considerarse como “dieta sorpresa”: nunca sabe lo que va a comer.
Posteriormente, ataviado con su chaleco tejido, la camisa mal abotonada y mal fajada, sus zapatos con muchos kilómetros de recorrido, pero eso sí, con su gran saco inseparable, inicia la marcha con rumbo desconocido, y no es sorpresa encontrarle con los diputados o en Palacio de Gobierno, en algún Banco, en las iglesias, en los museos, en todos lados, en donde uno menos lo espera, ahí está el famoso “Flynn”.
De muchos lados lo han corrido, invariablemente por la falta de tacto y sensibilidad de quien le impide el acceso a determinado lugar, como el Teatro de la República, los cines, pero en su mente no existe rencor, ese sentimiento no se puede dar en su pequeña cabeza de niño por siempre.
Cuando uno, a través del tiempo, se ha convertido en una especia de cliente para Flynn, llega a adivinar en sus frases cortas y rápidas o en un simple “sí” repetido varias veces, para dar énfasis a sus deseos, o la expresión en su rostro cuando coincidiendo con los que conoce, esboza una sonrisa que difícilmente cabe en su cara. Se comprende que merece respeto como ser humano, a pesar que la naturaleza le negó algunas cosas, pero lo protegió haciéndolo permanentemente niño.
Flynn nunca ha tenido limitaciones para acercarse a personajes y, en su mundo, no escapa a las pretensiones de cualquier ser humano que desea superarse. El tiene claro que hay gente exitosa, que existen profesionistas y políticos, y sabe que los políticos lo pueden todo; se puede decir que está bien relacionado, ya que como pocos se habla de tú con quien se le ponga enfrente, así sea el propio presidente de la República. Además es oportuno y consciente de quién lo puede ayudar y es práctico, ¡muy práctico! directo. Para qué pedir citas; si la oportunidad se presenta hay que aprovecharla.
Una mañana caminaba Mariano Palacios Alcocer, a la sazón Gobernador de Querétaro, acompañado de funcionarios de primer nivel de su gabinete, por la Plaza de Armas, cuando de repente, y como es frecuente, sin saber de dónde, salió el famoso “Flynn”. Cruzándose ante los funcionarios, inició diciendo así: “Mariano, Mariano, Mariano”, para llamar la atención del Gobernador, quien atento contestó, “¿qué pasa Flynn?”. “Oye Mariano, dame un trabajo”, ofreciendo su mano a forma de saludo a Mariano Palacios, y clavando sus ojos claros para ansioso esperar la respuesta, dando la impresión de que quería trabajar para superarse.
“¿De qué lo quieres?”, dijo Mariano, como para salir del paso y a la vez seguirle la corriente. Contestando Flynn: “dámela de algo fácil para ganar dinero”. ¡Dámela de Licenciado!”
No había duda. Flynn quería superarse, y aunque han pasado los años, y en una ocasión ya muerto periodísticamente -como en la nota que con sensibilidad por la supuesta pérdida de Flynn elaboró mi amigo Filiberto López Díaz-. Flynn sigue vivo y esperemos que por mucho tiempo.
Hoy 25 de abril, conocimos la triste noticia de su partida, quedándonos la satisfacción de haberlo tomado como uno de los personajes con los que que con su presencia tenían que trascender en nuestra micro historia.
Adiós Flynn