Con motivo de la consagración del templo de San Felipe Neri, –hoy Catedral—estuvo en la ciudad el padre don Miguel Hidalgo, para cumplir con esa encomienda, y según las crónicas de la época, fue alojado en esta casa. Tiempo después, cuando se preparaba el levantamiento insurgente, se repitió lo mismo, al brindarle alojamiento los propietarios que participaban también en las reuniones conspirativas.
Con el triunfo de la Independencia, la casa fue cambiando de propietarios, los que siempre fueron personajes de mucha presencia y gran solvencia económica, lo que les permitía sostener tan amplia y lujosa construcción a pesar de su caprichosa disposición que le da una apariencia de angostura, lo que no es obstáculo para el gran número de habitaciones.
Uno de los acontecimientos que contribuye a su historia, es que en esta casa nació un personaje que siendo un político distinguido, entre sus cargos se desempeñó como Presidente de la República, lo que le dio su nombre como “Casa de Francisco León de la Barra”
A mediados del siglo pasado, otras reuniones se repetían con otro propósito en esta misma casa, se trataba de crear una organización que rescatara los valores perdidos como lo sentían un grupo de conocidos personajes de Querétaro y estados vecinos y como los tiempos no resultaban nada fáciles, el clandestinaje era obligado al ponerse en juego la vida de quienes tenían ya el firme propósito de crear el sinarquismo, el que nacería en este histórico lugar.
No fue casual su participación; fue el resultado del ambiente que durante los últimos años se vivía en Querétaro, pero también influyó mucho su formación y convicciones, que se conjuntaron con el resentimiento en contra de los efectos causados por la expropiación de los bienes del clero a través de los decretos Lerdo y Juárez, y la reacción de ese clero para tratar de recuperarlos.
El doloroso trance que se vivió en Querétaro con los excesos de la tropa de Venustiano Carranza al profanar los templos en 1916, y la anarquía de una época convulsa, provocan la reacción de un grupo de queretanos, quienes, buscando mejorar las condiciones de vida y terminar con las injusticias que afectaban a muchos mexicanos, después de múltiples reuniones deciden, conjuntamente con vecinos de Guanajuato, fundar la Unión Nacional Sinarquista.
El 29 de mayo de 1937, en la histórica casa de las calles de Libertad, en donde años antes –en 1806– 1810– se hospedara el cura Miguel Hidalgo en sus visitas a la ciudad, y donde había nacido Francisco León de la Barra, quien fuera Secretario de Relaciones Exteriores y posteriormente Presidente de México, se realizó la asamblea de fundación de la “Unión Nacional Sinarquista”, siendo su principal impulsor José Antonio Urquiza Septién, conjuntamente con los hermanos Esquivel y el Sr. Jiménez. Esa noche, al fundarse la organización, Urquiza Septién proféticamente dijo “no puedo definir en estos momentos al sinarquismo, pero sí puedo declarar que me siento profundamente sinarquista; que estoy decidido a luchar con todas mis fuerzas porque cada mexicano tenga el bien que yo deseo para mí, y porque en todos los hogares de mi patria haya el bienestar, la paz y la dicha que yo quiero para mi propio hogar, y esto, entiendo yo, es el sinarquismo”.
Esa noche, durante la realización de la Asamblea, los asistentes, en reconocimiento por ser el principal promotor y organizador de los grupos pre-sinárquicos, lo proponen para que asuma la presidencia del insurgente y pacífico movimiento. Pero José Antonio declina el alto honor aduciendo su poca experiencia en la conducción de masas. “Yo ruego a ustedes—indicó–, concederme el honor de ser el primer soldado de esta causa, a la que pertenezco y a la que me consagro con todas mis energías y con toda mi vida”. “José Antonio Urquiza Septién, un visionario profundamente enamorado de México, con recursos económicos nada modestos, bien hubiera podido dedicarse a vivir su vida echándose en brazos de la molicie y el conformismo; pero jamás estuvo de acuerdo en que la Patria fuera madre para unos y madrastra para otros”, escribe uno de sus contemporáneos en una breve semblanza del fundador del sinarquismo.
Pocos días después de esta reunión, el 12 de junio de 1937, se publica el Manifiesto de la Unión Nacional Sinarquista, el que fue elaborado en Querétaro y se da a conocer en multitudinaria Asamblea en la ciudad de León, Gto., en la que, de cara a la nación, se hacía pública la aparición de la naciente organización como resultado de un movimiento social en donde se habla de nacionalismo y del bien común, y que por ser un documento de alto valor histórico consideramos que merece ser conocido textualmente, como documento histórico.
Manifiesto UNS
Ante los angustiosos problemas que agitan a toda la nación, es absolutamente necesario que exista una organización compuesta de verdaderos patriotas, una organización que trabaje por la restauración de los derechos fundamentales de cada ciudadano, que tenga como su más alta finalidad la salvación de la Patria.
Frente a los utópicos que sueñan en una sociedad sin gobernantes y sin leyes, el Sinarquismo quiere una sociedad regida por una autoridad legítima, emanada de la libre actividad democrática del pueblo, que verdaderamente garantice el orden social dentro del cual encuentren todos su felicidad, pero no de un modo egoísta, sino procurando que todos alcancen el bien que cada uno desea para sí.
Frente a cada dolor humano, frente a cada mal social, el sinarquismo se propone estudiar la forma de suprimirlo, y trabajar hasta conseguir este fin.
Ninguna cosa que tenga trascendencia social le será indiferente; el bien común habrá de ser su ocupación constante y su tarea de siempre será trabajar para alcanzarlo.
El sinarquismo es un modo de ser y de vivir, un modo de sentir y de obrar frente a los problemas que afectan al interés general. Es una actitud espiritual generosa, es el ánimo y la voluntad siempre dispuestos a servir a los demás.
El sinarquista no pide nada para sí; debe estar siempre dispuesto a entregarse a toda obra que redunde en beneficio colectivo, a prestar el concurso de sus fuerzas físicas, de su dinero o de su talento para poner remedio inmediato y eficaz a todo aquello que constituya un mal social.
El bien de todos, la felicidad pública, la salvación moral y económica de la Patria, exigen un precio: el sacrificio y el esfuerzo con que debe contribuir cada uno según sus posibilidades.
El sinarquismo es un movimiento positivo que unifica, construye y engrandece, y, por lo tanto, diametralmente opuesto a las doctrinas que sustentan postulados de odio y devastación. El sinarquismo proclama el amor a la Patria y se opondrá con todas sus fuerzas a los sistemas que pretenden borrar las fronteras de los pueblos para convertir al mundo en un inmenso feudo en donde fácilmente imperen los malvados y perversos, propagandistas inventores de esas teorías. El sinarquismo será el más ardiente defensor de la justicia, y por consiguiente, perseguirá a los que trafican con la miseria humana. El sinarquismo no puede concebir que exista felicidad y progresos donde no existe libertad, estima que es la más sagrada conquista de la humanidad, y que Díaz luchará incansablemente hasta conseguir que impere en nuestra Patria.
El Comité Organizador Sinarquista lanza en este Manifiesto un llamado a todos los mexicanos que estén dispuestos a trabajar por el engrandecimiento de México, a todos los que, despojándose de su egoísmo, quieran prestar su cooperación para organizar una nueva sociedad sobre la base de mayor justicia.
Los males que afligen a nuestra Patria no se remediarán con lamentos, sino con una actividad bien orientada. El Movimiento Sinarquista ha puesto como norte en el camino que empieza a correr tres palabras luminosas que adopta como lema: PATRIA, JUSTICIA Y LIBERTAD.
León, Gto. Junio 12 de 1937.
El Comité Organizador
Singular movimiento que en pocos meses incrementó a sus seguidores y que logra extenderse a una gran parte del territorio nacional, aglutinando lo mismo a las masas que a connotados personajes de esa época, quienes aportaron gran parte de la ideología y fortalecieron su presencia, tales como Toribio Esquivel Obregón, Rodolfo Brito Fuché, quien manejó los problemas sociales de México en magistral conferencia ante los delegados que acudieron a la Segunda Reunión de jefes en la Ciudad de México, en la Villa de Guadalupe, en 1940. Don Manuel Gómez Morín, el primer personaje que acudió a la junta de jefes de Tacubaya, celebrada a mediados de septiembre de 1939; el “espíritu sinarca” se fortalecía. El amor al orden.
Personajes como Salvador Abascal y su esposa Doña Guadalupe Carranza de Abascal, quienes partieron al Territorio de Baja California, a poblar el desierto, acompañados de un puñado de mexicanos con el propósito de fundar la primer colonia sinarquista de nombre “María Auxiliadora”. “Nosotros los sinarquistas salvaremos la Baja California”, había anunciado Abascal al partir al Valle de Santo Domingo, en donde levantaron chozas de palos y ramas para tomar posesión de estas tierras y demostrar que eran aptas y que con su esfuerzo las harían producir para brindarles lo necesario para subsistir, llenando así sus requerimientos y tomando posesión de este territorio para los mexicanos.
Fue tan rápido el crecimiento de este movimiento que dan fe las fotografías donde quedaron plasmadas gráficamente las multitudinarias reuniones en Querétaro, en donde se aprecia una gran concurrencia en las inmediaciones de la Alameda Hidalgo, y un impresionante “Jardín Principal”, pletórico con una multitud de sinarquistas asistentes.
Lo que apenas tres años antes había surgido, con las reuniones, primero entre amigos y posteriormente denominadas “pre sinarcas”, impulsadas por José Antonio Urquiza Septién, se tornó en un movimiento muy importante, pero también peligroso para muchos. Pronto se vinculó el movimiento al clero, y no faltaron los sacerdotes que hicieron aparente esta relación, lo que originó reacciones no muy sanas, tampoco muy claras. Se conspiró en las sombras, y la recriminación resultante fue el no haber actuado a tiempo; el no parar este movimiento cuando se vio en la semiclandestinidad en las calles de Libertad la Asamblea Constitutiva, realizada con unos cuantos asistentes pero cargada de una gran ideología y en un momento oportuno para lograr su crecimiento. ¡Había nacido en Querétaro la Unión Nacional Sinarquista!,
Con sólidos argumentos filosóficos y doctrinarios, y la rápida respuesta de los ciudadanos que se sumaban, día a día, en un mayor número al Movimiento, no era difícil presagiar lo que tenía que acontecer.
El día 11 de abril de 1938, José Antonio Urquiza Septién salió en el ferrocarril con rumbo a Apaseo el Grande, Gto. Se tenía que entrevistar con un grupo de campesinos, quienes engañados se habían vuelto renuentes a continuar en el Movimiento, y José Antonio era el indicado para dialogar con ellos. Su capacidad de convencimiento y su entrega al movimiento eran garantes de buenos resultados; además, las propiedades de su familia colindaban con Guanajuato y tenía tratos con varios de ellos. Después de platicar por varios minutos y despidiéndose para regresar a Querétaro, “a la casa de sus mayores”, le disparan con un rifle, dándole muerte. Había caído fiel a sus ideales, en los inicios de un movimiento al que se entregó, y, como él presagió en una ocasión, en su intervención en la Asamblea Constitutiva en Querétaro, a “entregarse todo, incluso hasta su vida”. Lo había cumplido. El movimiento había crecido a nivel nacional, y él había dejado su vida en aras de su país.
Esta histórica construcción, hasta antes de ser adquirida por gobierno del estado para anexarle una parte a la Casa de Gobierno, y utilizar otra para la “Galería Libertad”, estaba convertida en una vecindad en la que Vivian dos ancianitas que su propietario tenía en gran estima, y como condición para su venta, era, que no se les obligara a salir de las piezas que ocupaban hasta su fallecimiento.