Durante la gestión municipal del Dr. René Martínez Gutiérrez, la persona que entonces era el Delegado Municipal de Villa Cayetano Rubio, se acercó a la regidora Ana María Ceballos Urueta,-, para comunicarle, “que le tenía un especial afecto, y como muestra de gratitud y confianza, uno de sus familiares quería platicar con ella para hacerle entrega de algo de lo que no podía decir que era, hasta que la persona que lo guardaba la conociera, y se lo entregara en propia mano”.
Pasaron semanas, y por sus ocupaciones como regidora, Ana María Ceballos borró de su mente la invitación para la entrevista con quien quería conocerla para hacerle la entrega «de algo», que nunca le dijeron que era. Pronto las semanas se convirtieron en meses, hasta que se dio un nuevo encuentro con el Delegado de Hércules, durante una visita que realizaba el Presidente Municipal a esa localidad.
Nuevamente el delegado le reiteró la invitación, recalcándole que se trataba de algo sumamente importante, pero que no debía ser conocido por personas ajenas, por lo que ella se daría cuenta cuando se llevara a cabo el encuentro, que tenía que ser en la casa de quien la quería ver, porque por su edad ya no le era posible caminar. En esa ocasión se fijó una fecha para visitar en su domicilio al hasta entonces desconocido personaje. Sin poder descartar que del encuentro resultase algo intranscendente, como ocurre en muchas ocasiones en que se busca una cita para lograr algo de interés personal, Ana María Ceballos le preguntó al delegado, “que, si en verdad era muy importante, que se lo dijera, porque no le gustaría perder el tiempo en cosas intrascendentes ¡Sí! Le contesto “es muy importante, pero él se lo va a decir y sé que le va a hacer entrega de algo muy valioso que guarda de sus antepasados”.
Por la cercanía existente entre la población de Hércules con la Cañada, lugar de asentamientos prehispánicos, Ana María pensaba que tal vez se trataría de un ídolo o de alguna pieza arqueológica, ¿De qué otra cosa se podría tratar? Monedas antiguas no, porque estas no las regalan fácilmente. Alguna escultura o pintura de un santo, para que ella la entregara al museo o a un templo ¡tal vez! Pero en concreto, nada se sabía de lo que le sería entregado, eran solamente conjeturas. El día de la cita había llegado, y acompañada del delegado de Hércules, Ana María Ceballos se trasladó al domicilio, en donde los esperaba un anciano que no podía sostenerse en pie.
Estaba sentado al borde de su cama, con las piernas bajo una cobija multicolor, y cerca de su cama estaban dos sillas preparadas para las visitas, que en cuanto tomaron asiento, el anciano de nombre Pánfilo, le indicó a la mujer que los había acompañado para guiarlos hasta ese cuarto, “que del ropero le pasara la caja de madera que estaba en la tabla de arriba”. Expectantes los recién llegados y con mucha curiosidad –tanto el delegado como la regidora Ceballos– seguían con la mirada la caja de madera, que la obediente mujer ponía con mucho cuidado a un lado de donde estaba sentado don Pánfilo, sobre su cama. Con dificultad por la torpeza de sus dedos, deformados por el reumatismo, don Pánfilo quitó tembloroso la tapa y se pudo observar un pequeño costal de tela muy descolorida y de color indefinido, dentro del cual estaba un frasco, el que a primera vista hacía muy aparente su antigüedad, por la gran cantidad de burbujas de aire y defectos y por su color opaco.
En la boca de este frasco estaba un tapón de tela con cera con cuarteaduras y de color casi negro, y dentro de él, algo que parecía un trozo de un viejo papel. ¡Venir hasta acá por un pomo viejo y un pedazo de papel mugroso! ¡Qué pérdida de tiempo! Espero no nos salga el señor con que se trata de una oración o brujería, pensaba Ana María, permaneciendo sin hacer nada y esperando a que don Pánfilo dijera de que se trataba. No espero mucho, porque el viejito fue breve en su explicación “Mire señorita…… este pomo a estado en la familia, desde cuando se hizo el acueducto de la Cañada, en el tramo de la alberca del capulín para llevar el agua a Querétaro…… en esta obra trabajaron muchos de los de por acá, y como la obra duró muchos años, uno de los antepasados según sabíamos, fue de los capataces encargados de la construcción”. “Este frasco ya tiene siglos en que lo hemos ido heredando de padres a hijos, y muchos años en que nadie lo abrió, no le quitaron el tapón hasta que se soltó solito, porque algunos pensaban que se podía tratar de algo malo, o de que tenía algún espíritu, porque por la cera se decía, que era de un cirio pascual bendito para no dejar escapar lo que estaba adentro.
Fue hasta mi abuelo cuando se conoció que en el papel está una escritura, y a mí me la leyeron ya hace muchos años, pero que tengo idea de lo que dice” dijo don Pánfilo. Haciendo una pausa para tomar aliento, don Pánfilo daba la impresión de que con eso sería todo lo que estaba dispuesto a comunicar y como pasaban los segundos sin que diera muestras de continuar con su relato, la regidora Ceballos le preguntó, “don Pánfilo, ¿recuerda usted lo que dice el papel?” Pasaron unos instantes y nuevamente don Pánfilo tomó la palabra para decir “Bien a bien no me acuerdo, pero más o menos dice, que cuando se terminó esa parte del caño del acueducto, se dijo una misa en la iglesita de la Cañada y ahí se bendijo la ofrenda para el agua, la que luego se depositó en el primer arco, por el cerro colorado, en donde se dejaron tres cantaros de dos cuartillos con las monedas para pagar el servicio y que nunca faltara el agua”. ¡Se ponía el asunto interesante! porque aunque eso de los entierros y tesoros se presta mucho a engaños, en este caso, por los elementos que se conocían, podía ser autentico, sobre todo por los años en que ese frasco había permanecido en posesión de una sola familia, en un tiempo en que las costumbres eran de mucho respeto para todo lo bendito o lo divino, y tratándose de una ofrenda, resultaba impensable el que aun conociendo el lugar donde había sido colocada, esta fuera retirada, porque se creía, que el retirarla podría ocasionar la falta de agua.
O tal vez el que la persona que dejó ese papel se vio limitada para no defraudar la confianza y decidió dejar una referencia a sus familiares para un futuro. Quizá como encargado de parte de la obra, lo hizo para que en caso necesario –y como ocurría en algunos casos– aumentar la ofrenda, si se llegase a presentar una baja en el caudal del agua, siguiendo la muy antigua práctica que los romanos ya realizaban de pagar los servicios de una fuente, con el propósito de que fuese por largo tiempo, y costumbre implantada en España, para después traerla a estas tierras. Conocida la historia que relató don Pánfilo, surgieron muchas preguntas, siendo una la más lógica y así se le cuestionó. “Don Pánfilo, sí en el papel está escrito el lugar y lo de los tres cantaros de dos cuartillos de monedas de oro y plata de la ofrenda, ¿por qué nadie de su familia las fue a buscar?”. Don Pánfilo contestó “yo creo que sí las buscaron, pero siento que fue muy tarde, no porque alguien las hubiera sacado, porque están bien escondidas y solo dos piedras de diferente color dicen en donde están, más bien creo que ya cuando quisieron sacarlas ya no pudieron, tal vez porque la gente los podía ver o porque no encontraron ese primer arco, porque según se sabe, era uno que estaba por la peña colorada“. En la última parte de lo dicho por don Pánfilo no estaba errado, porque a él ya le tocó conocer el nuevo acueducto porfiriano, fabricado de manera muy diferente al original del Marqués, de 1736 el que era muy rústico y angosto y del que solamente queda un pequeño tramo en la calle de Emiliano Zapata, y que desafortunadamente ha sido utilizado en parte como cimiento de las casas, y que puede verse a la altura del número 103 y en los baldíos que le siguen.
El resto de este acueducto, fue destruido, cuando a finales del siglo XIX se construyó el que hoy conocemos y a través del tiempo se fue reacondicionando para darle mayor capacidad, cubriéndolo con lozas de cantera. Esto aconteció desde 1894 hasta mediados del pasado siglo, engañándose los que desconocen que de la alberca del Capulín salía un caño que cruzaba el pueblo, que al igual que algunos arcos pequeños, desaparecieron. Indudablemente que en la construcción del acueducto fue depositada la ofrenda, que la costumbre hacía casi obligado, “para pagar el servicio” de todo lo relacionado con el suministro del agua. Ya se tratase de una fuente pública, una pila, –como las muchas que había en nuestra ciudad– y con mayor razón la gran obra del acueducto que tanto beneficio traía a Querétaro. Con absoluta seguridad, la ofrenda referida en el trozo de papel, fue depositada ante la vista de los que estuvieron presentes, y ocultada para todos los que no tenían por qué conocer el lugar de su depósito. Así de esta manera se evitaría despertar la codicia que propiciara el robo de la ofrenda. Lo anteriormente relatado, ocurrió en los primeros años de la década de los 80’s del pasado Siglo, y de manera confidencial se conoció, que los estudios hechos por expertos en la antigüedad del papel, corresponde al que se usaba a principios del siglo XVIII, al igual que el viejo frasco, que por su manufactura rústica fue fabricado en el viejo continente, y que estos frascos eran utilizados para importar especias y alimentos.
El tapón de tela con cera, le fue colocado para preservar el documento. Y aunque el frasco y el papel existen aún, son guardados con reserva por una persona que continúa investigando, respaldado por documentos históricos, viejos planos, y recorriendo palmo a palmo todo el trayecto del caño antiguo del acueducto original del Marqués. Ha sido fundamental la documentación histórica para ubicar el sitio mencionado en el trozo de papel, como el primer arco, cerca de la peña colorada. La búsqueda con los modernos detectores se ha intentado sin resultados. Han participado personas que tienen la facultad deubicar tesoros y nada, pero estamos ciertos –por lo que nos dicen los que persisten en su búsqueda– que los tres cantaros de doscuartillos cada uno, con las monedas de oro y plata de la ofrenda en el acueducto, aún no han sido localizados. Para quienes no lo sepan, los pilares de los arcos son cuatro muros con un hueco en el centro, no están rellenos de piedra como lo suponen muchos. ¿A caso estarán los cantaros en el primer arco de la arquería y no como está escrito en el papel? La terminología y confusión entre arcos y acueducto resulta muy frecuente, pero tal vez nunca sabremos lo de la ofrenda. ¿Quién se atrevería a escarbar en los Arcos?