El tiempo pasado es como el actual, solo el paso de los años lo convirtió en antiguo y si la mayoría de las historias y leyendas tienen orígenes remotos, otros son muy recientes y se iniciaron hace muy poco, y podría decirse que están aún en la etapa de su consolidación y enriquecimiento a través del dinamismo de la comunicación oral en el proceso lento de hacerlas creíbles y congruentes con la realidad y una de estas consejas es sumamente reciente.

Todo se inicia en las instalaciones del seguro social, en el hospital número uno de la avenida 5 de febrero y Zaragoza en lo que hace poco tiempo fueron las modernas torres inauguradas por el presidente José López Portillo, en los años setentas del pasado siglo XX, y por los que han pasado miles de pacientes, que al recibir atención médica permanecen internados por algunos días, otros por semanas e incluso por meses si así lo ameritan sus padecimientos.

La dinámica hospitalaria hace que se requiera personal para cubrir las 24 horas del día entre médicos y enfermeras y si bien los médicos realizan su visita a los pacientes, la presencia del personal de enfermería tiene que ser continua, durante todo el día en el que se brinda una atención y manejo de los expedientes, nada fácil resulta aunado a las condiciones que se complican cuando aumenta el número de pacientes.

Esta historia se inicia un día de esos de muchos problemas, con exceso de trabajo de carreras para un y para el otro, con las salas repletas de enfermos la enfermera encargada de administrar los medicamentos haciendo su habitual recorrido y solo unos minutos después de lo que tenía que ser, se encontró que los pacientes ya habían sido medicados pero ¿por quién?, extrañada la enfermera fue a consultar para ver quién había repartido las medicinas, pero todas sus compañeras estaban muy ocupadas trabajando, nadie había sido ¡y esto estaba muy raro!.

Regresando nuevamente con los pacientes les pregunto, ¿Qué quien había dado los medicamentos?, refiriéndose a las otras enfermeras a quienes conocían muy bien los hospitalizados, ¡pero no! ninguna de ellas había sido, se trataba de una enfermera a quien no conocían, muy amable y paciente, perfectamente bien arreglada en su cofia y el uniforme, el que no tenía una sola arruga, se notaba almidonado y muy bien planchado.

Quedando la duda de que si se trataba de una compañera de otro piso, la que solidariamente se prestaba para ayudar en momentos difíciles ¡pero no!, no existía está posibilidad, por las características que esta mujer presentaba, que la hacían muy especial, por lo que se comenzó a pensar que unos meses atrás en el cuarto piso el que se encontraba fuera de servicio, algunos de los intendentes habían tenido una experiencia no muy agradable, al ver una sombra blanca que se cruzó en su camino, para luego desaparecer sin dejar rastro y sin poder tratarse de un ser humano ¡porque atravesó las paredes!, y este rumor corrió relacionándolo con la enfermera Planchada.

Las apariciones siguieron y no solo se dieron en el área de hospitalización en la que la enfermera continuó dando medicamentos y reconfortado a los pacientes, también en el área de urgencias se presentaron casos en los que está misteriosa mujer acudió a realizar curaciones, de forma muy profesional y solo al preguntar los pacientes que si ya se podían retirar, que ya los habían curado las demás enfermeras extrañadas los cuestionaban ¿quién los había curado? ninguna de ellas lo había echo y por la descripción que los pacientes daban ¡había sido la Planchada!.

Desapareciendo durante semanas, reaparece de improviso, cuando por las condiciones de trabajo el personal de enfermería se ve exigido al máximo, nuevamente algún paciente es reconfortado con dulces y tiernas palabras o es curado de sus heridas con todo cuidado por la misteriosa dama de blanco de impecable presencia «la planchada» de quien se ha llegado a decir que se trata de una difunta enfermera muy conocida, la que siempre se distinguió por la gran entrega a su trabajo y que fue una de las iniciadoras de la seguridad social en Querétaro, cuando con muchos esfuerzos y carencias se iniciaron los servicios en el año de 1957.


Por Jaime Zuñiga Burgos

Queretano por nacimiento, Jaime Zúñiga Burgos cuenta con una muy amplia trayectoria en actividades políticas, sociales y culturales. Su formación de médico cirujano y licenciado en derecho, así como sus estudios de maestro en administración pública lo enfocan al humanismo. Lo mismo ha recuperado valiosas piezas arqueológicas que ha rescatado, importante documentos para la historia de México como el testamento original de Doña Josefa Vergara y Hernández, el decreto del presidente Benito Juárez para el cambio del sistema de medidas en la Republica, las mercedes de aguas del pueblo de Querétaro entre otros. Además de la ubicación de los restos del Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana en la iglesia de San Hipólito en la capital de la Republica. Preocupado por la pérdida de documentos de Querétaro junto con otros distinguidos académicos, fundó Preserva Patrimonio A.C. organismo creado para el rescate de nuestro patrimonio histórico. Actual Cronista del estado de Querétaro

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