Siguiendo una antigua práctica evangelizadora, Fray Sebastián Gallegos, Sacerdote Franciscano, fabricó una escultura, tallada en madera, de la Virgen María en su advocación de la Purísima Concepción, la que bellamente decorada, enmarcaba un tierno rostro de blanca tez y la que no medía más de cincuenta y dos centímetros, pero ya terminada: su belleza y colorido, contrastaban marcadamente, con los terrosos ídolos de los remisos indios, que no obstante estar bautizados, continuaban con sus antiguas prácticas de idolatría; esto era en el año de 1632.
Cubierto por la oscuridad; Fray Nicolás de Zamora, párroco de San Francisco Galileo, nombre dado al lugar en donde los indios continuaban reacios a las costumbres marcadas por su nueva fe. Cuidándose de que nadie lo viese, Fray Nicolás de Zamora depositó la imagen de la Virgen María, en un nicho fabricado con unos adobes, en un lugar cercano y muy visible al gran cue o “cerrito pelón” y durante los siguientes días en sus sermones, señaló la aparición de la Virgen “para estar cerca de sus hijos” dejando ver; de que se trataba de un milagro del cielo.
De no hacerse patente por parte de los indígenas el poner en duda lo del supuesto milagro, al afirmar; que ellos habían visto al padre Zamora poner la Virgen en su pirámide, se hubiese dado este hecho como milagroso y no se conocería, que la escultura había sido obra de Fray Sebastián Gallegos a solicitud del mismo padre Nicolás de Zamora, que ante las circunstancias, tuvo que aceptar; ser sólo él, el instrumento de la divinidad para el depósito de la imagen de la Virgen María en el cue.
Aceptada por los indios la intervención humana, para “facilitar el milagro” de la aparición de la Virgen María en la pirámide, los indígenas se dejaron convencer, de que por las mañanas derramaba sus lágrimas por ellos y con el tiempo fue aceptada plenamente, por todo este grupo de habitantes de San Francisco Galileo, siendo desde entonces su «tenanchita».
Primero se construyó una pequeña capilla de material sólido, la que algunos historiadores ubican en terrenos del panteón municipal, posteriormente se inició la construcción del templo; cuando ya se habían sumado una gran cantidad de milagros a la fe del pueblo, esto era en el año de 1730 en que la aceptación de la Virgen del Pueblito se extendía a la ciudad de Querétaro y a toda la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán.
Determinante fue la intervención de la familia Urtiaga para la construcción del gran templo del santuario y su anexo, ya que Don Pedro Urtiaga dejó un gran legado para tal fin y su hijo José, a la muerte de su padre, sumó su propio capital, para poder trasladar la imagen en el año de 1736 a su nuevo santuario, quedando en el mismo lugar, en el que 96 años antes había sido colocada por el padre Don Nicolás de Zamora.
En el año de 1745, la provincia franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, nombran a la Virgen del Pueblito como su santa patrona, teniendo también como patrono al apóstol Santiago y el juramento como patrona a la Virgen del Pueblito fue confirmado en el año de 1787.
En 1765 mediante cedula real, el pueblo de San Francisco Galileo cambia de nombre al de “Villa de Santa María del Pueblito” quedando su veneración tan arraigada, que daba nombre a la población en la que se le veneraba y se continuaban sumando los ya innumerables milagros concedidos a muchos pobladores de la ciudad de Querétaro y lugares vecinos.
Se dieron casos de grandes epidemias, con muchos muertos, que las crónicas relatan como las más graves y sufridas, en las que “los muertos ya no cabían en los panteones y se apilaban en las calles” y refieren también; que fue gracias a la intervención de la Santísima Virgen del Pueblito que terminó la gran peste.
Se había iniciado desde mucho tiempo antes, la costumbre; de que la imagen; considerada como santa y venerable por la población, fuese trasladada; mínimo una vez por año a la ciudad de Querétaro, pero, “que en caso grave de peste o de sequía” se le trasladase al lugar de donde había salido; al convento de San Francisco, para rendirle santo homenaje y solicitarle su protección.
En el año de 1810, la fe en la Virgen del Pueblito unía al pueblo, a pesar de las diferencias de los dos bandos, porque tanto los realistas como los insurgentes, se encomendaban a ella y el cura Don Miguel Hidalgo enarbolaba el estandarte con la Virgen de Guadalupe, y aquí el comandante realista Ignacio García Rebollo, proclamaba generala a la Virgen del Pueblito y le otorgaba el bastón de mando.
Al triunfo de la Independencia; en el año de 1821, las autoridades militares y el Ayuntamiento de Querétaro le dan trato de Generala del Ejército y en sus visitas, se le rendían honores militares.
En el año de 1830, el Gobernador Don Manuel López de Ecala, propietario de la casona que lleva su apellido, conjuntamente con el Congreso local, realizaron una jura a la Virgen del Pueblito como patrona del estado.
El general Don Tomas Mejía, hombre conservador y de gran fe guadalupana, como Gobernador del Estado, le otorga la banda de Generala y ordena darle trato militar, rindiéndole honores a su presencia, se ordena también; que cuando pasara por las cárceles se detuviera la procesión frente a ellas, para que los presos pudieran contemplarla desde su prisión.
En el año de 1875, el Cabildo Eclesiástico del Estado, jura a la venerable Virgen del Pueblito como Patrona de Querétaro.
En el año de 1914, México se encontraba en una época convulsa, se había iniciado cuatro años antes la revolución y los templos habían sido saqueados. Todo lo de valor del templo de San Francisco había sido enviado en el ferrocarril a México; por órdenes del Gobernador General Federico Montes.
Ante la amenaza de que la Virgen del Pueblito fuese robada o destruida, un grupo de católicos; entre ellos Don Federico Suarez Ladrón de Guevara la trasladaron a Querétaro y la ocultaron en una pared en la casa de Pasteur norte No 29, propiedad de la señora “Chayito” Solorio permaneciendo oculta tres años, hasta que en 1917 se devuelve a su lugar en su santuario.
En el año de 1946, se realizó una votación en toda la diócesis, para de una manera democrática, proponer la coronación de la sagrada imagen, votando afirmativamente más de treinta mil queretanos.
Fue el culto Obispo Don Marciano Tinajero y Estrada quien formuló una carta al Santo Padre en la que con muy bien fundados argumentos, pide la autorización del Vaticano para realizar la coronación de la imagen, la que una vez autorizada, se realizó en el mes de Octubre de 1946 en la antigua huerta del Convento de la Cruz; acto al que acudieron más de cincuenta mil personas; en el tiempo que se decía que Querétaro contaba con sesenta mil habitantes.
Lo anterior es un breve y muy apretado resumen, de lo ocurrido durante trescientos ochenta años, en los que la historia y la fe de un pueblo, han escrito páginas y páginas de incontables hechos, que resultan imposibles de borrar, porque ya son parte de la historia y de la idiosincrasia de nuestro pueblo. Entonces; resulta inexplicable, que alguien se obstinara en desconocer, o que tal vez no tuviese interés en conocer todos los antecedentes de la relación de la Virgen del Pueblito y los queretanos, pero lo inexplicables es; que para mayor desconcierto de los creyentes; se tratase de un sacerdote y lo que resulta peor; de un Obispo.
¡Sí! así fue, Don Alfonso Toríz Cobián, por razones que se desconocen, y usando toda su autoridad, marginó a los miembros de la orden franciscana; los principales evangelizadores de estas tierras; los sacerdotes con mayor presencia en Querétaro con su Colegio de Propaganda fide: primero de América, asentado en el Convento de la Santa Cruz, lugar de partida de evangelizadores a lejanas tierras y también de mártires, que murieron en su propósito.
Fueron los franciscanos, los que en el Convento Grande de San Francisco se convirtieron en el corazón de la religiosidad de la ciudad y su templo fue la Catedral durante muchos años. Del Convento Grande de San Francisco salió la imagen que habría de convertir a los indios del Pueblito a la fe católica y serían los franciscanos, los que durante centurias aportaron su fe y reconfortaron a miles de peregrinos, que acudían a su santuario, dándoles su participación como pastores, una gran presencia y credibilidad para la población.
Históricamente, La Virgen del Pueblito ha sido la patrona de Querétaro, conjuntamente con el apóstol Santiago su patrono, no tan solo unos años, si no por más de tres siglos. Patrona y Generala, protectora: entonces ¿por qué el propio Obispo Alfonso Toríz la sustituye por otra? al nombrar a la Virgen de los Dolores de Soriano, Patrona de la Diócesis de Querétaro; con todo lo que esto significa en aspectos religiosos y también económicos, al canalizar las peregrinaciones y las limosnas a otro lugar bajo su control.
¡Cómo fue posible! Que sin mucho alboroto, se alentase también la fe a una Virgen “importada” y que su santuario se encontrase en un lugar cercano al santuario de la patrona de Querétaro, La Virgen del Pueblito, y que los que promovieron esta nueva imagen traída de lugares lejanos, recibieran todo el apoyo para tratar de desviar la fe hacia una «Virgen extranjera», viéndose los resultados en la disminución de las visitas al Santuario del Pueblito, con la consabida baja en el monto de las limosnas, con las que se sostenían los sacerdotes y seminaristas franciscanos, quienes calladamente resistieron con resignación los efectos de esta maniobra.
¿Por qué? El Señor Obispo Don Alfonso Toríz Cobián a sabiendas de la existencia de dos “Breves pontificios” de dos diferentes Papas; Pio XI y Pio XII, documentos en los que como máxima autoridad de la Iglesia Católica reconocían a la Virgen del Pueblito como la patrona de Querétaro; documentos que tenemos a la vista, como los tuvo el Obispo y que pasando por alto la autoridad superior de los dos Papas, los desconoció y nombró patrona de Querétaro a la Virgen de los Dolores de Soriano.
Don Alfonso; el Obispo, tuvo la oportunidad de aclararlo en vida; sin embrago, no lo hizo imponiendo su autoridad, pero los tiempos cambian permitiendo juzgar; que el proceder de personajes tan significativos para la vida de Querétaro, deben de quedar consignados, para que las futuras generaciones dispongan de elementos de juicio y saquen sus propias conclusiones.